Estar siempre listo

Bastante guerra da el día que nos toca vivir, como para angustiarse por el mañana.

A veces se nos olvida vivir el día que tenemos; disfrutar la familia que amamos; dar gracias por lo que hemos recibido; pedir perdón, ahora, por aquello que sabemos que no hicimos bien, especialmente si se trata de otra persona.

Hace dos días fue a ver a un amigo al hospital. Ingresado en urgencias debido a un dolor en el pecho, resultó que estaba sufriendo un infarto.

Pidió un sacerdote. No había uno disponible. Así como estaba, lo sometieron al procedimiento indicado para destapar una de tres arterias bloquedas.

El amigo me contaba tos esto, ahora sí tranquilo, porque ya había pasado el huracán de la muerte, aparentemente.

Hablamos de la necesidad de estar siempre listo. De no dejar las cosas definitivas para el último momento.

Ahora, me acabo de enterar, está de nuevo en el quirófano. Él esperaba salir, precisamente hoy, de su postración, y planear, para de aquí a un mes, el desahogo de las otras dos arterias.

En estos momentos se debate entre la vida y la muerte. Nadie esperaba este resultado.

Esperemos que, en estos dos días pasados, haya podido ver y hablar con el sacerdote que deseaba. De cualquier manera, rogamos por él.

Pero, hay que estar siempre listo.

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