El museo Reina Sofía, impresentable


La muestra actual del museo Reina Sofía ha dado de qué hablar. Se trata de una exposición en la que un foto-montaje muestra una caja de fósforos  con una leyenda: “La única Iglesia que ilumina es la que arde”. Un saber realmente útil es el nombre de esta presentación en el Museo madrileño.

Ante las protestas por tal provocación, el director Manuel Borja-Villel y su directiva se excusan porque no se puede “censurar la obra de un artista, pues atentaría de lleno contra la libertad de expresión” que protege la Constitución española.

Sin embargo , la tan manida “libertad de expresión” que se invoca, no cubre a todos por igual. La Guardia Civil de Valencia acaba de detener a un joven de 16 años por su apología del terrorismo, junto a un total de 19 personas, entre 14 y 62 años, que alentaban a través de Twitter y Facebook  con mensajes vejatorios contra quienes han sido víctimas del terrorismo en varias provincias españolas.

La pregunta ante esta situación, salta a la vista: ¿qué diferencia hay entre la provocación que supone el alentar que se quemen las iglesias y el aplaudir que el terrorismo siga campando a sus anchas?

Cuando uno es neófito en estos temas, en verdad complejos, lo que desea es aprender a comportarse en las diferentes escenarios de la vida social con el fin de adquirir un criterio cierto para contribuir al bien común.

Lo que se obtiene como respuesta es lo siguiente, según las declaraciones previas. La libertad de expresión no se toca, tal como se les decía antaño a los niños cuando se estaban bañando. En ese caso los niños entendían muy bien qué era lo que no se debía de tocar. Pero en el caso del derecho a expresarse, vemos que a la frase le falta un complemento: expresar, ¿qué? Enseguida veríamos que no se puede decir todo lo que le venga a uno en gana porque, como en el caso de los provocadores a través de las redes sociales, no pueden quedar impunes ningún tipo de amenazas, por muy veladas que sean, y porque se perpetren a través de un medio de comunicación social.

Resulta curioso que cuando a una exposición se la califica como “arte”, siempre por un experto como lo es sin duda Borja-Villel, entonces el enaltecimiento del terror quemar una iglesia— no viola la Constitución. Para que nos quede más claro el mensaje del Museo Reina Sofía de Madrid, cambie la expresión “iglesia” por “negro” o “judío”, por ejemplo, y comenzará a ver el alcance de las propuestas de los señores que se encargan del arte en España, y si la aplicación de la ley es “pareja”.







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