El camino de la esperanza desemboca en Belén

Hoy comienza el Adviento, el principio del camino de la esperanza.

Hay que esperar. Parusía o tiempo de espera.

Ya viene el que esperábamos. Está cerca. 

Estábamos sumidos en un abismo negro sin fondo, y el que nos puede sacar de aquí ya se ha puesto en camino. Una joven esposa se ha comprometido a ser la madre del Salvador.

Quien nos creó no nos deja de la mano en ese pozo de oscuridad. ¿Por qué, si no le hacemos ninguna falta? Es verdad. Él podría seguir eternamente disfrutando de su felicidad inextinguible. Pero tuvo una debilidad. Nos creó por amor.

Y es que el amor nunca se acaba. Sigue alimentando esa relación con nosotros. Lo suyo es compartir, unirse al otro, hasta la identificación completa.

Por lo tanto, al vernos el Creador perdidos para siempre sin remedio, se ingenia un atajo para rescatarnos, y él mismo, envía a su propio hijo para resolver, en obediencia perfecta, el dilema.

En cuestión como de un mes, se hará visible entre nosotros. Este ciclo de Adviento es, entonces, recorrer el camino del que espera encontrar al final, alguien a quien agradecer tanto regalo, sin merecerlo en absoluto.

Pero ahí no que queda todo. Al vivir como uno de nosotros, como Emanuel, nos va a enseñar el camino que conduce a la felicidad, que es Él mismo, su reino.

No hay razón para que ni siquiera una brizna de tristeza empañe nuestros ojos. Os lo repito, diremos con el evangelista, os lo repito: estad siempre alegres. Así pues, al llegar la tercera semana de Adviento, la liturgia no "aguanta más" la espera, y rompe a cantar de alegría, aun cuando resta una semana para la fecha del nacimiento de Dios. Hasta los ornamentos se saltan a la torera el protocolo severo del color morado, y se viste de rosa para la celebración de ese día.

Sí, en efecto, nos vamos acercando a un Dios que quiere estar con nosotros. Tenemos tiempo en estos días para asear nuestra casa, nuestra conciencia, con ese mismo don, la Penitencia, que él creó para nosotros porque sabia que nos iba a hacer falta.

Recibir al Señor y a su Madre, en una casa limpia. Ella nos dirá cómo si le acompañamos con José, en ese camino que va de Nazaret a Belén.

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