Chomsky y su confianza en el hombre

Noam Chomsky visitó la capital de México a finales de septiembre de 2009. Llama poderosamente la atención su confianza ilimitada en el hombre a la hora de resolver los problemas humanos de profundo calado.

En una entrevista publicada el día 22 de ese mes por el diario Reforma, el señor Chomsky, siempre directo y al grano, decía que la libertad y la justicia no son regalos de Dios, sino el resultado de una lucha popular de resistencia por parte del pueblo: siempre ha sido así y siempre será así.

Tal contundencia en las afirmaciones, no deja lugar a duda de lo que cree este lingüista de fama internacional, y ayudado con las conjeturas que sus teorías le proporcionan en su campo de especialización, tiene el valor de ir hasta el meollo de los males que aquejan al hombre desde su aparición en la tierra. La libertad y la justicia. 

La visión de este lingüista es proverbial. Cuando asienta que "siempre ha sido así y siempre será así", no sólo invoca con exactitud el pasado, sino que desbarata inequívocamente los entuertos del futuro. Desde luego, ninguna ciencia se atrevería a moverse con tal aplomo en  la dimensión de lo temporal. Nos encontramos,  sin duda, ante unas declaraciones que aportan gran serenidad a la convivencia diaria.

Sólo nos falta saber qué "pueblo" es ese que desbaratará olímpicamente cualquier acoso o abuso a las nociones de libertad y de justicia. Da la impresión de que la creencia evolucionista de Chomsky se ha detenido un momento, lo suficientemente extenso, como para poder observar la condición humana y decir: así ha sido y así será. 

Si nos detenemos en esos pronunciamientos del lingüista estadounidense, que trabaja en el M. I. T., parece que indica que la libertad es algo con lo que el hombre nace, y que nadie se la puede arrebatar. En este punto, si estamos interpretando debidamente al autor, vemos que coincide exactamente con los estudiosos del hombre y su moral conocen como ley natural. Y suponemos que la justicia no sería otra cosa que respetar al hombre en su integridad, es decir, de acuerdo con esa ley natural  con la que nace.

El punto en el que se despega este autor de su tradición judía es en no admitir que esta ley, puesta por Dios en el corazón del hombre, de todo hombre,  coincide además don el Decálogo que sus antepasados recibieron en el monte Sinaí.

En este sentido se entiende que el "pueblo", cualquier pueblo de la tierra, debería estar dispuesto a defender, incluso con la vida, ese don de la "libertad" dado al hombre por alguien. Pues no queremos caer en el absurdo de que reciba este regalo de algo que no lo tiene, como sería la apuesta del camino recorrido por los planteamientos evolucionistas.

Debe de tratarse de un "alguien" que  posee la libertad en tal grado que puede dotar a los demás de este capacidad, sin  perderla en lo más mínimo. El fin de la libertad es la verdad y el bien, y no permite quedarse a medias, con planteamientos absolutos sin razón. 




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