El sentido de la vida



Es muy difícil definir lo que se encuentra al alcance de todos. Algo así como con el aire. Sin él no podemos vivir, pero no solemos pararnos a definir este elemento. Podríamos decir lo mismo del sentido. El sentido no se da, se encuentra. Somos capaces de encontrar el sentido de las cosas y de la vida. Y por tanto, somos creaturas en búsqueda mientras discurrimos por el sendero de la vida.

Creo que el sentido aparece cuando nos abrimos a la realidad. Sólo lo real tiene sentido. Y el hombre está hecho para encarar esa realidad, la suya. De lo contrario se sumergiría en una especie de ensoñación al ir viviendo la vida de los demás o al cerrarse en sí mismo. Por muy real que sea esta postura, no es, sin embargo, la que le corresponde a ese sujeto.

Cuando no se encuentra el sentido, algunos, dicen, optan por dejar la vida. Pero eso es en realidad una salida falsa porque la persona que atenta de esta manera contra sí mismo, es porque cree que encontrará el sentido al despojarse de la vida.

Por ejemplo, las palabras se refieren a la realidad, por muy compleja que sea. Las palabras tienen sentido porque se refieren a ella. Así, cuando nos referimos a las cosas reales lo que decimos es verdad y las palabras proferidas para nombrarla tienen sentido. Al encontrar la realidad, diríamos, brota el sentido.

De este encuentro con la realidad nace la fe porque se tiene algo real en lo que esperar. Las cosas reales son para siempre, en sí mismas, aunque no lo sean para mí. Esto es tan fuerte, que algunos autores, como Viktor E. Frankl, llegan a decir que el sentido “es como un muro tras el cual no podemos volver hacia atrás”. Por eso a lo que tiene sentido se le apuesta la vida entera: “se acepta sin condiciones”.

Si alguien no se atreve todavía a dar el paso de apostar por algo la vida entera, debe seguir buscando hasta que encuentre algo con verdadero sentido es una redundancia; o bien, debe pedir la fortaleza necesaria para dar el paso de la aceptación, aunque no sea lo que él había pensado, aunque de entrada contraríe.

Sin embargo la contrariedad queda desbancada por la alegría; es la verdadera prueba de que lo encontrado en para mí. Ahora todo me cuadra, solemos decir. Lo real tiene esa virtud de llenarnos completamente, y por eso se la quiere. Un ejemplo. Después de la muerte de Jesucristo, cunde el pánico. Casi todos sus amigos íntimos le abandonan. Dos de ellos van camino de Emaús. Tristes. Cabizbajos. Todo se había acabado. Sin fe, sin alguien en qué creer, la esperanza se desmorona. Jesús se hace el encontradizo. ¿Por qué estáis tristes? El hombre no tiene nunca razón para estarlo, aunque pueda dar muchas razones de la tristeza. En el fondo es que han perdido a Dios. Pero, sigamos con la narración. Al darle a Jesús las “razones” de su tristeza, Jesús los encara con la verdad, desfilando por pasajes clave de la Sagrada Escritura. En seguida vemos cómo al encontrar el sentido de lo que había pasado, precisamente en esa palabra, que es verdad, se llenan de alegría en su corazón.

La  vida tiene sentido porque sabemos a dónde vamos. De ahí, la alegría.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra