Adviento, ya casi

Apenas en tres días más, ya entraremos en el tiempo de Adviento. El nacimiento de Dios es inminente. Ningún poeta ni filósofo de la antigüedad imaginaron que una divinidad, de las muchas tratadas en sus mitos, lejos de transformarse o disfrazarse de hombre, asumiera un cuerpo humano.

Estamos de lleno frente a un misterio. El misterio no se explica; se acepta. No se trata de desvelar lo que, de entrada nos rebasa, ni de descubrir la puerta de entrada a un pasadizo secreto y laberíntico que nos descubra al fin los entresijos de algo inesperado.

No, el misterio no funciona así. Es parte de nuestra creencia, que se acepta sin más, a sabiendas de que es inexpugnable. Su grandeza radica en su pequeñez. Se nos cae de las manos sin llegar a verlo.

Cuando nos dice san Juan que el Verbo se hizo carne, ahí está todo, aunque nos aclara antes que el Verbo era Dios desde el principio. Al aceptar sin más las cosas que nos rebasan, descubrimos la maravilla que encierran. En este caso, que Dios haya querido venir a vivir con los hombres, naciendo de una mujer, que lo custodió en su vientre materno, nueve meses.

El comienzo del evangelio de san Juan, redactado en la madurez de su larga vida, es, en realidad, una visión nueva de la creación del mundo. Él conocía bien las versiones previas de los comienzos y nos relata esa versión sencilla, extraordinaria, de cómo ocurrieron las cosas. Sin desplazar en absoluto las narraciones antiguas, incorpora una luz singular desde la que se ve a ese Dios "al que nadie ha visto jamás".

Vienen días para ir pensando estas cosas. Para rectificar de una vez por todas este evangelio, ahí donde se afirma que los que eran suyos no lo quisieron recibir. Nosotros debemos adentrarnos en el misterio y decirle que sí lo queremos recibir desde ahora. Por eso el Adviento.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra