El Real Madrid: La corrupción de los mejores...

Florentino Pérez, prominente empresario español y presidente del club de fútbol Real Madrid, convendría cambiarle el nombre de Florentino por el de Esaú. Así es: Esaú Pérez.

Todos conocen la historia de los hijos de Isaac. El mayor, Esaú, cedió los derechos de su primogenitura a su hermano Jacob por un plato de lentejas.

El Real Madrid ha cambiado el escudo del club suprimiendo la cruz que lo remataba, a la hora de imprimirlo en la tarjeta de crédito del Banco Nacional de Abu Dabi, en Emiratos Árabes Unidos. A cambio, el club recibirá una millonada de dólares. ¿La razón de la autocensura? No herir susceptibilidades. 

A veces da la impresión de que sólo los "otros", esos que se pueden indignar si se les contraría,  tienen sensibilidad. "Nos"-otros aguantamos lo que nos echen.

Con estos ejemplos de personajes tan prominentes, del fútbol, de la empresa, de la política, no extraña que la decepción ronde por las plazas y calles. La comidilla de bares, tabernas, tertulias, empieza y concluye igual: todo es lo mismo; mira esos sinvergüenzas...¿Ya sabes...? Y viene la retahíla de historias acopiadas de todos los rincones de la vida.

La arbitrariedad entre estos clanes ---siempre resulta un clan detrás de la madeja de estafas porque uno solo no alcanza a tejer la urdimbre de solapadas acciones necesarias para asegurar el delito--- se alimentan del subjetivismo, al que hemos llegado con tantas y tantas triquiñuelas. Yo pienso así ---se alimentan de sopa cartesiana---, luego esto es legal. 

La moral se deriva de los pensamientos propios, sin más. Cuando tú estés en la posición que yo tengo y mis relaciones ---aquí parecen seguidores de Ortega---, entonces, si puedes, haces lo mismo. De ahí la mata de imputados en todas las esferas de la vida española, y de otras tantas naciones, que suman cientos en cada redada.

Nadie se siente culpable. Todo se debe a la probabilidad de que se indague en mis asuntos, algo totalmente remoto. Como Jason en El ruido y la furia de Faulkner: "Por tener una placa de latón no se es inmune a la ley", tiene que reprocharle al alguacil del pueblo. Esos cotos de poder que colindan con la inmunidad.

Las cosas grandes, comienzan siendo pequeñas. Tanto para bien como para mal. Y se quiere que el crecimiento sea rápido. Una gran añada de buen vino, que esté listo sin añejamiento. Y caro. La corrupción de lo mejor, es lo peor. 







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