Terrorismo y aborto: ¿el fin justifica los medios?


ABORTO



En el fondo, quizá la esperanza es la única virtud acompañante al acto terrorista. Idealizado este acto por la fe en "algo",  acaba produciendo lo inesperado (para la víctima). Esta sorpresa , sin embargo, nunca permite inmiscuir el "azar" como un elemento a considerar en la explicación de estos fenómenos, siempre presentes. Lo fortuito, por definición,  es lo que no tiene causa, y, por tanto, no es sujeto de estudio por ciencia alguna, pues la ciencia se construye  consolidando el saber de las cosas por sus causas. No tiene sentido porque a Dios, creador de las causas, no se le escapan.


TERRORISMO




En el caso de un acto terrorista, debemos atender a la otra parte de la ecuación, al actor y su voluntad, y con sus razonadas sinrazones opta, quiere cometer este atropello. Considera al público, como en el reciente caso del puente de Buckingham, como individuos de una "masa", y para satisfacer su  deseo de realizar una maldad, atropella a quienes, ajenos a sus intenciones, paseaban por los alrededores, privándoles de la vida o de su integridad.

En ningún momento se cruzaron las expectativas de quien perpetra el acto de terror y las de quienes lo sufren, excepto en el momento en donde físicamente concurren. La muerte se presenta de forma inesperada, como un accidente. El mismo terrorista no sabe si va a salir ileso del lance previsto, o si deberá recurrir a la muerte como una salida,  un último recurso, desesperado, a modo de un martirio por la causa, sea ésta una "nueva patria" o el acto de venganza en nombre de un grupo sanguinario.


Pero al desesperar, se elimina la virtud.  Las recompensas  vislumbradas como consecuencia de las promesas hechas durante  las sesiones de adoctrinamiento,  rumiadas en las noches de insomnio previas al acto criminal, quedan suspendidas. No es concebible que en la otra vida, se puedan sentar juntos el criminal y las víctimas de un holocausto, por ejemplo. En el fondo, el acto de terror resulta al desvincular la voluntad personal de la de Dios. 


Entonces, no se nos permite pensar el suceso como fruto de  una casualidad, porque tal cosa no existe. 


Vivir la fe a costa de los demás. No es posible. No se puede nunca "usar" a un ser humano, a un semejante, como un medio para conseguir un fin. Una diferencia radical entre el cristianismo y otras religiones no estriba en "no desear la muerte" de nadie. 


La muerte siempre está presente en las religiones de una manera o de otra, pero hay gran diferencia entre esa forma de presencia y  el desearla y concretarla en el prójimo.  Tomemos el ejemplo de los versos de santa Teresa: "Y tal alta vida 'espero', que muero porque no muero". Vemos cómo la esperanza aparece aquí trenzada con la muerte, pero, en este caso,  no se trata de la muerte de nadie, ni siquiera la de uno mismo. 

La muerte no es el fin. En este poema, la muerte es algo necesario y tendrá sin duda su momento, que no se adelanta. La esperanza está puesta en un futuro cierto, principio de la dicha imperecedera, después de esa muerte venida "tan callando". El ansia por alcanzar la "meta" mueve a la santa a desear la muerte por el "más allá".

El hombre como criatura  tiene su "fin propio". Nadie puede arrogarse el derecho de manipular el fin ajeno. Sólo los dioses de hechura humana solían demandar el sacrificio humano por medio de corifeos sin escrúpulos.


Esas herencias inhumanas se han mantenido en algunas filosofías religiosas, a costa de la vida ajena. Semejantes prácticas, vengan de donde vinieren, descalifican a tales divinidades y a sus interpretes, pues nadie tiene derecho a privar de un bien a un semejante, mucho menos el bien por excelencia de  la vida.


Desde la muerte de Abel por su hermano, las bajezas en la vida del hombre han llegado a  extremos inverosímiles, que ya no reconocen la dignidad de la persona, venida de Dios, "inteligencia creadora", "Señor y Dador de vida", que quiere la  vida del hombre y  que la tenga en abundancia, como vemos incluso en el caso de Caín con advertencias severísimas a quien atente contra su vida, y se plasma más tarde en el Decálogo para todo hombre.



Hoy se ha llegado a ver el "aborto" como un derecho. La mujer misma se presta, por la razón que sea, a segar la vida de sus entrañas, parte de ella misma. Ni el más abyecto de los crímenes del terrorismo,  de la guerra, de cualquier holocausto de la historia se puede comparar con este nefando crimen.

Y es que, si se permite el "aborto" como un "derecho a decidir", tal como sucede en España desde 1982, ya no hay razón humana capaz de frenar ningún acto de  "terrorismo" alguno. Lo indecible de este caso es que se origina y atormentará  para siempre el corazón de una madre que es la quien decide exterminar a su hijo.

Y hoy se celebra el día de la Concepción purísima de María, nueve meses antes de Navidad, hijo al que se intentó destruir desde sus comienzos.






Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra