El elevado coste de NO tener hijos...


Los osos se fían.





La prensa lanza comentarios al aire sin cesar, capaces de envenenar a un continente entero.

Concretamente, en España, un país que, como es lógico, agoniza debido a la falta de vida, se atreve a publicar llamados al "elevado coste de vida de tener hijos".

La tasa de nacimientos desde hace años, se halla por debajo de la de defunciones.  La población envejece. Cada vez menos jóvenes deben sostener el "fondo de pensiones", altamente deficitario.  Los jóvenes no se casan porque quieren "vivir la vida". Es decir, sin compromisos, con un trabajo suave y con buenos ingresos. Eso es lo que piensan los llamados millennials (tentativamente, los nacidos entre 1984 y 2004). Estos son algunos de los costes de NO tener hijos, y se fomenta el "egoísmo" en la cultura, se queda a merced de los invasores, es decir, los caprichos  de niños malcriados.

Simultáneamente, una señora de 64 años en España, ha tenido mellizos después de someterse a un tratamiento de fecundación artificial. Hasta pasados los 50 años de edad, se dedicó a "vivir la vida". Entonces se acordó de la maternidad como una parte importante de ser mujer. Y, a los 58, tuvo una hija, artificialmente. Los responsables de los servicios sociales le quitaron la hija porque no le daba la atención debida. Su casa era un asco.

Ahora, la señora Mauricia, así se llama, acaba de dar a luz a unos mellizos. Se ha salido con la suya, porque tiene con qué pagar el proceso y porque su trastorno paranoide de la personalidad, diagnosticado así por los psicólogos "competentes", quizá le impide ver con claridad no sólo las consecuencias de sus acciones, sino lo que implica saltarse a la torera el diseño original de la concepción a cualquier edad, especialmente  la suya.

La señora no ha pensado en el futuro de los hijos. Le importa más el derecho a ser madre. Mientras, quienes intervienen en ese proceso se quedan mirando.

Y los investigadores, por otro lado, avanzan por el camino de crear  vida artificial, donde los cromosomas sintéticos, aseguran, son "mucho mejores" que los diseñados por la naturaleza.

Al irse extinguiendo como consecuencia de un enfoque distorsionado del matrimonio, apartándose de su fin, aparecen una serie de fenómenos en la sociedad de exigencias y de intolerancias poco aptos para la convivencia. Sabemos que el coste relativo de un hijo decrece con el número de vástagos por familia. Pero este no es el punto del debate, pues se reduce todo a lo cuantitativo.

Creo que el haber perdido de vista el alcance cualitativo de la familia y de la sociedad, nos deja verdaderamente en una situación precaria como personas, con fracasos notables en el proceso educativo, siempre abierto al mejor postor.

No es un problema de cantidad. Es un problema de fe. Y al final, es el problema de la soledad (en esta vida, y quizá en la otra).



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