Vivir la Navidad sin complejos








Causa extrañeza cuánta gente guarda fiesta los días de Navidad, pero tratan por todos los medios de aguar la celebración.

Esa actitud negativa va ganando terreno desde el mismo saludo, grata costumbre, que desde tiempo inmemorial, se daban los cristianos de todo el mundo al ir acercándose el día, que, desde hace dos mil años, se conoce como la plenitud de los tiempos.

El Hijo de Dios se hace hombre, porque quiere salvar a todas las creaturas. Y lo hace de una manera simple, genial, como son todas las obras de Dios, encarnándose en una jovencita, virgen, que había sido preservada así, antes, durante y después del parto, gracias a la colaboración de ese Dios Padre,  que es amor, por medio de la persona del Espíritu Santo.

Toda la Trinidad pendiente de ese momento donde María, haciendo uso de su libertad (nunca nadie ha usado de la libertad de una manera tan plena), dice sí, asiente, al plan de Dios que esperaba su realización desde el principio, como vemos en la escena del Jardín del Edén, en las promesas divinas al hombre, a Eva y Adán.

Es justo en el nacimiento de Jesucristo, emocionante momento, donde se juntan verdaderamente  la tierra y los cielos, la patria hacia donde caminamos desde la tierra donde todavía nos movemos.

Esta alegría experimentada durante siglos, resulta que ahora, a los delicados de conciencia, les parece una imposición fuera de lugar  expresar el buen deseo a quienes se cruzan en nuestro camino elocuentemente: Feliz Navidad, o Merry Christmas.

No hay derecho,  dicen los puritanos, generalmente ateos, que nos laven el cerebro con una celebración que incluso no está bien demostrada "científicamente". La religión es un asunto privado (retahíla sinsentido).

En Estados Unidos, imbuidos algunos por estas ideas, ya sólo dicen, para no molestar, "Happy Holidays!". De esta manera, cualquiera se puede acoger al saludo sin ofenderse En otros lugares, de cultura española y cristiana, el comercio ha llegado a decir: "Mister Claus" les desea felices fiestas. Le quitan el "Santa", a pesar de que en países hispanoparlantes, "Santa Claus" carece de sentido acorde con la celebración navideña.

Sólo queremos decir, con esta nota, el no arrugarse ante las descaradas y persistentes presiones del medio ambiente, del comercio, de los media, para hacer a un lado todo lo que todavía tiene un sentido en la vida, sobre todo, el amor manifestado en una verdad con sentido religioso.

Hay que revivir la Navidad con todo lo que implica: felicitaciones personales; mediante el envío de postales navideñas de pintores clásicos,  si se puede; poner "belenes" en las casas y en lugares públicos; celebrar las "posadas" tradicionales en donde se acostumbre; cantando villancicos y  acompañarse de música sacra compuesta especialmente para esta ocasión. 

Eso no quita que se acompañe todo lo anterior con turrones y comidas típicas de estas fiestas, sin menospreciar ese buen vino que alegra el corazón.

Por tanto, a todos, ¡que tengan una felicísima Navidad!, sin complejos de ninguna clase.













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