Job y el Chapo Guzmán: Paciencia






Tanto el Chapo Guzmán como Job son dos personajes mundialmente conocidos, pero por diferentes razones. En común tienen la paciencia; les separa su sentido de la  fe.

Aunque  el santo Job se portaba bien, pierde sus bienes, le va muy mal; algo que repugna. A El Chapo Guzmán, un bandido, le acaba yendo bien, acumula bienes, aun portándose muy mal. 

Bueno, la historia de uno y otro no termina así. Job ve al final de su vida la recompensa de sus bienes restituidos y multiplicados. El Chapo, sin embargo,  no puede disfrutar de sus bienes, o lo hace en medio de una persecución que no acaba de terminar.

La vida es contingente, y su representación en la poesía, la literatura o el teatro, en tanto en cuanto trate de cubrir hechos de la vida real, abre la puerta a la deliberación no sobre lo que fue, sino sobre lo que pudiera ser. Si algo pasó, entonces es posible, y, a su vez, creíble. Aquí reside el ámbito de lo verosímil. De esta manera,  los hechos remiten la libertad hacia la forma narrativa, dejando para la historia lo ya establecido. Por tanto, la urdimbre sobre el futuro no debería ser lineal, y dejar así un campo fértil para producir asombro, la herramienta más idónea para el aprendizaje.

Pero Job no existió nunca (como la exégesis nos descubre recientemente), excepto en la mente de un judío piadoso, que escribe el relato en Alejandría, al norte de África, en el siglo I antes de Cristo, para compendiar en una trama educativa, asombrosa por tanto,  la lucha entre el bien y el mal. La paciencia de Job alcanza  el límite al encararse con Dios sobre su suerte. Mientras, el diablo espera. Al final triunfa la virtud del virtuoso y se le recompensa abundantemente, muy de acuerdo con los cánones griegos, en boga en los tiempos del autor alejandrino.

El éxito de la narración de Job ha sido tal, que perdura aún en la mente de todos después de dos mil años, como distintivo de la fidelidad en la paciencia hasta el extremo,  bien aprendida sin duda por el autor, anónimo,  de los maestros de la tragedia griega. 

En el caso de El Chapo, la historia no ha concluido todavía. Según las líneas del pensamiento griego (del que no hemos sigo capaces de salir por lo menos en lo referente al teatro porque lo dijeron todo), la vida de este bandido debería acabar mal. Pero, aquí se da una peripecia, es decir, un vuelco inesperado en la vida particular de este hombre malo, pues el pueblo lo convierte en héroe.

Esta es una manera de canalizar las pasiones del pueblo ante su indefensión frente al sistema de justicia. Así se daría una especie de catarsis, reviviendo el mito de Robin Hood,  que quitaba a los ricos y ayudaba a los pobres. Este proceder se ve de forma vívida en los corridos, cantos populares con un estribillo donde se ensalza la figura del personaje, y actualmente se propalan por la región del Norte de México, Sonora, donde vivió, y todavía vive,  este personaje de leyenda.

Así las cosas, ambos personajes no serían  la antítesis de la tragedia griega, tan viva en los relatos diarios de los periódicos. A Job le fue bien al final. A El Chapo le debe ir bien, de acuerdo con los cánones del teatro griego, porque ya es un héroe. Esta es la pirueta dada por un pueblo que incorpora como hechos meritorios lo perseguido por la justicia.

El santo Job, nunca existió. Se escribe su vida para proponerla como ejemplo a los demás en sus virtudes. El Chapo Guzmán sí que existe, y se tergiversan los hechos en parte para proponerlo también como una vida ejemplar, capaz de  burlarse de una justicia corrupta: el verdadero diablo de la historia, que sigue esperando al acecho.

La fe de Job se transplanta en El Chapo como astucia, donde el fin justifica los medios. Los hechos de ambos se circunscriben en una paciencia, que sabe esperar el momento propicio, dejado por Job en manos de Dios, de quien se fía,  pues  sabe más y es bueno, aunque no se entiendan sus caminos. En el caso de El Chapo sólo se fía de sí mismo, y espera en las oportunidades que él mismo crea. 

La historia de ambos personajes, sin duda, produce asombro. Y es tierra fértil para el aprendizaje, si los hechos fueran como se narran en los corridos.


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