Incredulidad y fe





La piedad recoge con agradecimiento la transmisión de los valores de sus mayores, y trabaja con ahínco, como el labrador, para que fructifiquen en el futuro, porque cree que, el esfuerzo vale la pena.





Es difícil que en una columna como esta se puedan resolver los problemas de este mundo. No se trata, por tanto, de encararnos con tal aventura, de contornos pantagruélicos.

Sin embargo, a la luz de lo que el mundo ha sido y de las ideas de mentes privilegiadas de todos los tiempos y lugares, podríamos acercarnos a definir algunos de los problemas que impiden al hombre gozar de la felicidad aunque sea relativa.

Por ejemplo, según Goethe, el gran tema que constituye el contenido de toda la historia (es un planteamiento verdaderamente atrevido) consiste en "la lucha de la fe contra la incredulidad".

En un momento en que la unidad de Europa se disuelve, resulta llamativo que el ser gregario resulta de las condiciones de inseguridad vividas dentro de los países. Cuanto más insegura se siente la gente, más parece agruparse junto a ideas radicales como las del Frente Nacional en Francia, un ensayo extremista que explota el miedo y la incertidumbre de la población. 

Pero no es cosa menor, que la mayoría de los jóvenes entre 18 y 24 años prefieren a este partido por encima de las propuestas, por ejemplo, de la izquierda, algo que apunta a la falta de educación con el motor invisible de esta decisión. La falta de oportunidades se incrementa con la carencia de educación; por tanto, quienes menos oportunidades tienen, perciben un peligro más real, y se agregan a estos movimientos de todo o nada.

La captación de bienes inmediatos cancela los proyectos a largo plazo. La gente de hoy, tan dados a lo inmediato, ni se sienten herederos de una tradición ni ven las consecuencias de la acción individual en la posteridad. Véase, por ejemplo, cómo la falta de población necesaria en un país debido a las bajas tasas de natalidad, acaban fulminando los fondos de pensiones que sus mayores habían ahorrado para el futuro. 

Esta misma corriente es la que anima a líderes del Frente Nacional citado a los prejuicios de la inmigración, que va en aumento conforme bajan las tasas de natalidad. Asimismo, los valores de una cultura se disuelven ante la presencia predominante de otras culturas que no están dispuestas a negociar sus tradiciones.

Creemos, entonces, que la falta algo más sólido que lo cuantitativo, aunque menos patente, como ocurre con todo lo que en la vida vale la pena, se echa de menos en estos planteamientos. Una cultura en donde abunda la incredulidad, es decir, el no "querer" tener fe, no permite aunar los planteamientos del pasado con las propuestas de soluciones de cara al futuro que afectan, claramente, a las personas con quienes convivo: la familia, los amigos, la sociedad.

En el fondo se trata de una falta de piedad: no se quiere creer en nada ni en nadie. De esta manera se mata la esperanza, se vive al día, se apuesta por la idea más promisoria ahora, se quieren percibir los beneficios ya. 

Y claro, en una sociedad así, no hay quien viva. El futuro se escapa en aras de un fruto apetitoso ahora, aunque esté prohibido. 

El amor sin esperanza es imposible.





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