La estrategia del diablo, que aún existe, se ve clara en España















C.S. Lewis tiene un opúsculo simpático dedicado con buen humor a las estratagemas del diablo, titulado Cartas del diablo a su sobrino.

El sobrino es un joven aprendiz de diablo, y le propone a su tío, el diablo mayor, algunas de sus ideas para triunfar entre los mortales.

Por supuesto, el aprendiz no acaba de conocer los caminos para atacar la buena fe de los creyentes. Idea grandes montajes, pero su tío le advierte, una  y otra vez, que no se trata de eso.




La gran lección queda clara cuando el tío le dice que cuanto menos aparezcan es escena los diablos, tanto mejor. Y le da un ejemplo de éxito, un caso, como dirían ahora los aficionados al mundo de la empresa.

Déjales a los hombres solos. El día que inventaron la democracia y la fueron instalando en los países más civilizados, nos empezó a ir de maravilla. Por fin, desapareció de escena la verdad, que es lo verdaderamente preocupante para nosotros, pues somos los "padres de la mentira". 

Ese día se llenó todo de negrura, nuestro ámbito preferido. La verdad no aparecía por ninguna parte. Con tal de ganar las contiendas electorales, se recurre a toda serie de artificios, de mentiras.

Los más instruidos y religiosos se atreven incluso a tergiversar la Escritura para ganar adeptos, puesto que aún quedan por ahí algunos crédulos recalcitrantes. Pero, claro, cuando oyen citar esos pasajes de los evangelios, basados en interpretaciones de la hermenéutica de moda (atento, sobrino, porque pocos saben qué significa "hermenéutica", pero ni siquiera pestañean para no quedar como bucéfalos), dichas con descaro por quienes juegan con las creencias de sus votantes, a quien supuestamente deben servir, entonces, mi "querido" sobrino (es una forma decir), entonces es cuando arde Troya.

Entonces, la democracia se reduce a un conteo, a una dimensión cuantitativa, que no satisface a nadie, como está ocurriendo ahora en España. La votación no  trata de encontrar la verdad. Cada candidato tiene la suya, y los ciudadanos, como borregos, votan sobre algo que les parece, que les suena a música celestial (perdón, por usar esta palabreja tan alejada de nuestra experiencia).

A pesar de que han votado en este país más que nunca, cerca de un 73%, nadie sabe  lo qué va a pasar. Cada quien quiere salirse con la suya. Es decir, nadie está convencido de que un mentiroso no miente, y, por tanto, deben negociar sobre las mentiras dichas por cada quien.

Lo interesante, ardiente sobrino, es que, sin intervenir nosotros, la mentira se va propalando e instalando en los corazones de nuestros clientes. Por eso discuten tanto, y se pelean, y lo seguirán haciendo así  incluso en las Naciones Unidas. 

Lo de "unidas" es algo estupendo. Nunca han estado atan alejados unos de otros. Y pierden el tiempo durante décadas, sin aprovecharlo como lo tienen indicado por quien nosotros no debemos nombrar, de ingrata memoria.

Este año hablarán de la misericordia, pero serán palabras huecas para buena parte de ellos, invadidos por el odio y las rencillas de su ambición. Se seguirán agrediendo incluso durante esta celebración de Navidad, una profecía cumplida, que tantos sinsabores nos ha traído a nosotros, encargados de mantener encendido el fuego del horno.

En resumen, sobrino ardiente: Deja que los hombres sigan sus invenciones en nombre de la tecnología, y, nosotros, que no tenemos nombre, pues sólo somos un número, el 666, nos serviremos con la cuchara grande del cocido de  cada uno de sus logros. 

Deja a los hombres en paz, para que no la consigan nunca.







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