¡Qué valientes son los de izquierda y los corruptos!

Tesoneros. Los de izquieda, los delincuentes y terroristas, ¡qué valientes son! Y además juegan con el factor sorpresa. Y, generalmente, con los recursos de los demás.

Insisten, una y otra vez, por activa y por pasiva, como si la victoria, ya al alcance de la mano, fuera de ellos.

La primera arremetida va contra la trascendencia. No hay tal cosa, dicen. Lo afirmamos nosotros porque nos da la gana. Y a ver quien se atreve a llevarnos la contraria. Por ejemplo, en Estados Unidos, sólo 1.6% afirman ser gays. Pero meten el ruido de un tsunami. Y les acompañan todos aquellos de corte nihilista que, si bien usan la palabra cielo, como la "gran" Almudena Grandes (valga la redundancia), es para negarlo a continuación; milita en las filas de El País.

Los miles de años de historia, donde lo que es natural y lo que no lo es queda fuera de toda duda, ahora resulta, que los sabios de este mundo, por ejemplo, una Suprema Corte de Justicia, niegan en su sabiduría, lo que era evidente. Y, además, con tal petulancia, que lo quieren hacer obligaytorio, como en el caso de México.

Los de la izquierda española, por ejemplo, perdieron la guerra civil; pero se afirman en sus peroratas como si hubieran arrasado con el enemigo, cada día del año. Luego se enredan en cuestiones arduas de Teología y Filosofía, como si dominaran los temas, y se pronuncian con tal aplomo que, el neófito se adhiere, quizá, a las paparruchadas dichas a diario. Por ejemplo, conluye un columnista de cuyo nombre no quiero acordarme: "Un mundo sin Dios sería un mundo objetivamente mejor".

Uno se pregunta: ¿Pero cómo han podido estos señores y señoras llegar a tales cumbres de sabiduría? Lo brillante de esa frase es que la dice un sujeto subjetivamente, que es la única manera de decir algo. Si la frase se dijera objetivamente, el autor desaparecería, sin saber nada de Dios. Pero como se empeña en pretender lo que no es, por el afán de decir algo, resulta que estamos en frente de un aprendiz de brujo, con deseos de sorprender al incauto.

Como el terrorista de Túnez (y los del mundo), se pasea por la playa con un fusil, tranquilamente, para sorprender a los confiados turistas en su descanso, antes de eliminarlos. 

Por eso los de izquierda, a base de repertir lo que no quieren creer, quisieran eliminar con bravuconadas su ignorancia supina sobre temas que la realidad les pone cada día, al despertar, en el foro de su conciencia. Los corruptos operan de modo similar. Sorprender a la gente honrada es lo suyo. 

Pero es que el factor sorpresa cuenta de verdad. De hecho, aparecerá al final, donde a cada quien se le irá dando según sus obras. 

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