El principio de certidumbre y la pobreza

El marqués de Lozoya, en mis tiempos de universitario, dictó  una conferencia sobre el arte cuando era director del Museo del Prado. Durante su exposición dijo que si se le apremiara parar elegir  uno de los cuadros de la pinacoteca madrileña, ése sería un diminuto cuadro anónimo del siglo XVI, que representaba el rostro de un caballero castellano de ojos claros y limpios, desconocido también para nosotros. De entre las miles de obras pictóricas, sabía qué elegir.

Mónica Margarit es la directora general del la Fundación Princesa de Gerona, y ella es tan sólo un ejemplo, le preocupa por la incertidumbre reinante y el panorama de un futuro difícil. Entre otras habilidades, la experta recomienda "flexibilidad" y, sobre todo, espíritu "emprendedor" con capacidar de "innovar" y "buscar nuevas respuestas".

La diferencia entre el Marqués de Lozoya y la señora Margarit parece clara. Ha pasado casi medio siglo entre ambos personajes. La postura del Marqués irradiaba certidumbre. La de Margarit, no. Decir que hay que ser flexible, emprendedor, innovador equivale a multiplicar por cero la situación actual. Y si alguien  cree que hace medio siglo  reinaban los atardeceres de un  futuro prometedor, se halla herrado, así, con hache. Bien pertrechada, desde la Fundación que dirige, Margarit balbucea conceptos vacíos que no llevan a ninguna parte. Una especie de juego ante la pobreza actual en todos los órdenes.

Lo que no nos dice la directora es qué produce la incertidumbre del presente. Y ella no es la única que se preocupa por el problema. El alcance de este concepto se ha metido a fondo en las mentes de todos, de quienes toman las decisiones y de quienes las padecen.

Estamos socavando las instituciones que, durante siglos, han proporcionado seguridad, certidumbre en la situación más bien dramática que dejó la II Guerra Mundial. A partir del matrimonio y de la familia se daba esa esperanza donde se enjugaban lo precario y los logros.

Hoy vamos en camino de dar al traste desdibuajando la silueta de la fe en Dios y en los demás,  y la de las estructuras básicas de la sociedad. Se ha desatado la codicia, a cualquier precio. La incertidumbre nace de un no saber el rumbo a tomar porque no se sabe el fin a donde dirigir los pasos. La incertidumbre no viene de la carencia o de la abundancia de recursos, o si tuviera en lo cuantitativo alguna de sus raíces, debe mirar también a la gran hidra que los alimenta, de incontables cabezas.

Lo que da certidumbre no es quitando las causas de la incertidumbre. El pan sale del trigo, no de suprimir la plaga de especuladores (aunque esto sea necesario). En última instancia, tendremos que ir a la molienda con esos granos encerrados en las espigas doradas.

¿Cómo es posible que cada vez haya más, y, sin embargo, no alcance a todos? Es distinto a que no alcance a todos por igual, como pretende la tesis de Thomas. Piketty, el francés neomarxista de moda. La razón no es la falta de grano suficiente; recordamos todavía las locomotoras de Brasil alimentadas con trigo, con el fin de que los precios no bajaran en el mercado. 

El principio de certidumbre nace de la familia, donde un matrimonio que se quiere, hace que en el hogar cada miembro se sienta querido. El amor es de una factura tal que alcanza a todos y nunca se acaba. Y hoy hemos destruido las agencias capaces de producir el amor necesario para genera esperanza, certidumbre y confianza en los demás. Sobre esto, las ciencias nada tienen que decir, porque no es su dominio.
Por eso el Marqués de Lozoya no pensaba en un cuadro grande, de gran precio en el mercado, sino en algo que reflejara el amor a la pintura de su autor. Ante eso, desaparecía el tamaño. Al contrario, muchas de las fundaciones y los amigos de lo material,ante las crisis, van buscando, con buenas intenciones, ese generar valor cuantitativo inmediato con técnicas de marketing. Con resultados paupérrimos.

Y es que la sabiduría, que puede arrojar luz para resolver tantos problemas,  va inexorablemente unida al amor.

¡Ah!, y éste no cuesta nada, aunque haya que entregarlo todo.









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