El grano de mostaza

Si te ves como un grano de mostaza, vas bien.

Lo malo comienza cuando al presentar los millones de católicos en el mundo te sustraes a la pequeñez de los comienzos.

Estos pensamientos llevan a la inacción. Sí, soy creyente, pero no hago nada para vivir mi fe, y, por tanto, no contagio a nadie con el ejemplo de mi vida. Al fin y al cabo, somos muchos, tal vez el número mayor de creyentes de cualquier religión en la historia.

El problema es que el cocepto de éxito no se halla en el discurso divino. No se mueve por los grandes números. 

La grandeza se halla en el corazón del hombre. También la mezquindad. Por eso nos debemos mirar cada mañana, o cada noche, cómo vamos en ese dilatamiento del corazón, que en el caso de san Felipe de Neri, le llevó, físicamente, a una amplición de su caja torácica, expandida por sus costillas.

Y la medida no son los numeros o el número de veces, sino comprobar si una acción tuya, pequeña, minúscula, inadvertida por los demás, se ha hecho pensando en el bien del otro.

Si no ha sido así, tal vez mañana tengas otra opotunidad de intentarlo. Así se detecta el grano de mostaza.




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