¿Qué aporta el cristianismo a la civilización?

El amor. Pero no como una entidad abstracta, sino como persona.

San Juan lo decía así a los primeros cristianos: "Dios es amor". Es decir, Dios es una persona que ama. Por eso estamos aquí, insertos en el espacio y en el tiempo. No hay tal como un determinismo ciego que nos ha empujado hasta donde estamos. Somos fruto de una decisión amorosa. No hay tampoco un "yo",  que recoge, asimila información de su ambiente, y entonces se decide a incorporarse a ese flujo continuo brotado de quien sabe donde. 

Lo que somos ha sido querido por alguien, amado por una persona, quien nos contempló en su infinitud y nos quiso para este momento de la historia. Y como ese alguien podía hacerlo, nos hizo, es decir, nos creó de la nada. No para dar saltos cuánticos en el espacio junto a otros seres con quien nos encontramos "casualmente", sino para vivir plenamente en este espacio y tiempo concreto donde "causalmente" coincidimos con personas que llevan un camino como el nuestro, y que tienen un fin natural por diseño, aunque deben quererlo libremente, adoptándolo.

Lo que hay es, por encima del yo que disgrega,  una persona que congrega, que une. Sólo lo que es persona puede amar. El significado de esta propuesta proporiona lo que se conoce como el sentido de la vida.

Para comprobar este sentido se precisa colocarse frente a la muerte, como recomienda san Pablo a los colosenses, como seres insertados en Cristo que no juegan con las bagatelas de este mundo.

Entonces se desubre que el amor nunca pasa. Todo lo demás  importa poco porque es cuestión de tiempo; pero no es ese el caso del amor. Estamos pensados por el Amor desde el principio y permanecemos en él mientras no decidamos cambiar caprichosamente el fin optando por la soledad

Nosotros no damos el sentido a las cosas. Ellas lo tienen  siendo lo que son. Así, pues, cuando el hombre con su libre albedrío, decide orientar su libertad a lo que él es y ella le llama, pues confiamos en quien nos ha dotado del ser que tenemos, entonces, sólo entonces, tocaremos la felicidad con la punta de nuestros dedos.

El cristianismo, es la única forma de vida que nos enseña esta verdad: el amor en las relaciones personales con los demás y con las cosas. venidas a nuestro entrono por quien nos ha situado en él. 

Y podemos rastrear esta aseveración en la historia. Claro, no todos los cristianos viven de acuerdo con esta verdad, lo que es en realidad una pena.





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