La idea de Zerolo, bien. Pero ¿es verdad?

La carta de presentación de Pedro Zerolo, político socialista, Concejal del ayuntamiento de Madrid y presidente del Partido Socialista de Madrid, a la hora de su fallecimiento, hace un par de días, podría calificarse como de "alta definición", pues no deja una rendija para la duda: "Ateo, republicano, gay, feminista y socialista".

A Zerolo se le atribuye la lucha para que se reconociera sin ambages en España la completa igualdad de los matrimonios de gais y lesbianas, incluido el derecho de adopción. 

Como un buen estoico, no le temía a la muerte. A los 54 años se ha ido víctima de un cáncer, y su pareja y amigo desde hace 20 años, recibía las condolencias en la capilla ardiente de parte de la plana mayor de la política española.

Zerolo vencía el miedo a la muerte "estando tranquilo con uno mismo". No tenía que rendir cuentas a nadie de la conducta vivida públicamente, sin tapujos, toda su vida. Así él se justificaba a sí mismo, apropiando el mundo a sus creencias. No renuncia a su voluntad. Desempeñó  conscientemente el papel que él quiso representar. 

El problema en este planteamiento es que la trascendencia, a la que llama el espíritu que habita en nosotros, no es algo que se inventa uno. Si se puede desoír esa llamada, prestando atención a otras llamadas. Y aquí es donde está la elección; ante las diversas alternativas, diferentes ideas, no se trata de argüir con la razón hasta el punto, como en el caso de Zerolo, las leyes aprueben las peticiones por las que tan porfiadamente luchó durante buena parte de su vida.

La verdad no se trata de querer o no querer. Sino de contrastar si eso que es querido, es verdad.




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