Hoy, un segundo más

Una vida puede cambiar en un segundo. Los griegos incluían este ingrediente del "cambio de fortuna" en la trama de las obras de teatro, para mantener así la atención del público, con sorpresas verosímiles. 

En efecto, son miles las cosas que dependen de un segundo. Y este día de hoy, para ajustarnos a la marcha de los astros, en la que estamos inmersos, cambiamos, no la velocidad de la tierra, que no podemos, sino el tiempo. 

Tendremos un segundo más. Un amigo, cuya esposa había fallecido hace ya nueve meses, me decía en confidencia, "si tuviera sólo un segundo más para dar un último abrazo a mi mujer". 

Se puede pedir perdón a alguien a quien hemos ofendido, se pueda dar un sí a un compromiso que ata de por vida, se puede romper una marca en atletismo, se puede decirle a ése, precisamente, aquello que afea su conducta aunque sabemos que le va a doler, se puede acabar bien la obra comenzada, y se puede decir un no rotundo a lo que jamás debería admitir una persona ni siquiera en sus pensamientos. Es cuestión de un segundo.

El arrepentiemiento de lo mal hecho en la vida, dura un segundo. Lo suficiente como para que Dios perdone en el acto. Hace unos días, el papa Francisco conversaba con unos religiosos y les decía esto mismo, añadiendo: "Pero luego,si tienen todavía tiempo, se van a confesar, para que les limpien la chimenea".

También ese fue el consuelo que el Cura de Ars, patrón de los párrocos,  dio a una de sus feligresas, cuando se lamentaba del suicidio de su marido al arrojarse de un puente de cabeza. "Señora, le dijo, desde el pretil del puente hasta el agua, tuvo tiempo suficiente para el arrepentimiento".

Hoy, tenemos un segundo más. Puede cambiar el curso de la eternidad. Un verdadero "cambio de fortuna".


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