¿Se conocen los caminos que llevan a la paz?

Quienes se llaman a sí mismos intelectuales, acaban siendo una especie de casta insoportable. Se juntan entre ellos sólamente. Lejos de la verdad y lejos de los hombres.

En cada país se dan cenáculos de este tipo. En estos días, muchos de ellos acuden a la Feria Internacional del Libro (FIL), celebrada en Guadalajara, México. Claudio Magris, el italiano de Trieste, galardonado con el premio FIL 2014, no es amigo de muchas etiquetas ni de estar donde se convierta en el centro de las miradas. En su libro Danubio, nos cuenta el recorrido de unos excursionistas por su curso, y aprovecha para ir contando la historia de esos lugares, que es la historia de Europa, al reconocer en los rincones que van visitando, el paso, muchas veces superpuesto, de tantos hombres anónimos que pusieron los fundamentos de esas tierras, tan dispares, pero, cuyas aguas desembocan todas en un lugar común.

Es una excepción entre la caterva de los reunidos en este recinto de la Feria. En su ciudad natal, tiene amigos, que frecuenta en lugares comunes, y si se tiene la suerte de ir a Trieste, la gente de las tiendas y de la calle, confiesa que lo conocen, y hablan de él como uno más de esta pequeña ciudad a orillas del Adriático.

En las reuniones del FIL, la casta intelectual mexicana opina de los desmanes ocurridos en Iguala, tierra caliente del estado de Guerrero. Su sustantivo preferido, desde Carlos Monsivais, es "hartazgo". Lo repiten  estos "intelectuales" a siniestra y  siniestra, tan pronto abren la boca en una declaración: la Poniatowska, premio Cervantes 2013,  Jorge Fernández, novelista y cuentista, y Sara Sefchovich, historiadora. Bueno, a Elena Poniatowska le gusta añadir además, cuando hay alguien que la escucha, que le gusta estar del lado de los "jodidos". 

No se saca mucho en claro de los problemas de México a partir de las declaraciones de estos personajes. A toro pasado dan capotazos al aire, con ánimo, quizá, de lucirse. Todos ellos hablan de lo que "pasa", no tanto de lo que "queda". 

Saben  decir corrupción, descrédito, inaceptable, resultados, crisis..., pero nadie menciona una sola vez siquiera la palabra paz,  mucho menos  los caminos que conducen a ese fin. Se rememora el año 1968 como muga intocable de donde obtienen licencia para marcar o demarcarse de las situaciones. Pero no se sabe cuál es el camino que conduce a la paz.

Ocurre algo similar en las mesas redondas de tantas reuniones políticas de altos vuelos a nivel internacional. En en fondo, creo, no se quiere la paz, porque, o bien alimentan la guerra de alguna manera, o en los compromisos  silencian la raíz de los problemas que encaran.











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