Cuentos del espacio


Érase una vez. Creo que no aprendemos lo suficiente para salir bien librados de las trampas erigidas por nuestras torpezas.

Los sabios, esos comités ahora tan de moda para tantas áreas de interés, nos dicen que, si las cosas se pone aquí, en la Tierra, muy feas, nos llevará a estimular nuestra inventiva tecnológica y podremos ir a otros planetas. Bueno, esta es la opinión de una periodista del The New Yorker, Elizabeth Kolbert, quien parece saber mucho sobre el tema y ha publicado un libro The sixth extinción, recientemente.

O sea, echamos a perder este maravilloso planeta donde vivimos, y, como niños malcriados, cogemos la maleta y nos vamos con la música a otra parte. No está mal.
Al fin y al cabo, después de unos años de viaje sideral, podríamos elegir incluso las temperaturas que nos gustan. Si preferimos el calorcllo nos vamos a Venus; si el fresco nos agrada más, podernos elegir entre Marte, Júpiter o Saturno, por no ir más lejos.

Eso sí, debemos mejorar nuestra tecnología, mejor dicho, la de Estados Unidos o la de los chinos. Olvídense de Homero y sus colegas griegos y latinos y toda esa pléyade de artistas que nos acompañaron en la historia de la humanidad. Progreso es ir hacia adelante, hacia las estrellas si hace falta, eso sí, catapultados por las muchas y novedosas tecnologías.

Claro, el vino de la "ribera del Duero", el de Baja California o el del Priorato, y los pinchos de jabubo auténtico con queso manchego, se podrán sustituir, como ya hicieron los cosmonautas, por algunas malteadas no se de qué, pero perfectamente balanceadas. Si se trata de vivir más, se debe seguir una dieta rigurosa, de acuerdo con la tecnología de punta que  permite tales desplazamientos.

Se podría hacer una larga lista de posibilidades, desde batir el récord de salto de altura  en Marte, al alcance de cualquier capacidad, como dicen ahora, hasta dormir sin despertador lo que uno quiera porque la noche no se acaba nunca. 

En fin, ya hay voluntarios en una agencia de viajes espaciales para ir, cuando la tecnología nos de su permiso, a Marte. El problema es que no se podrá regresar. Piensen a quienes les gustaría mandar a ese viaje tan especial y comiencen a ahorrar.


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