La palabra requiere de realidad

Poesía es fundamento que soporta la historia, según Heidegger. No se puebla la tierra con ciencia, que abstrae de lugar y tiempo. Se necesita poblar la tierra con palabras, las palabras que canta el poeta en los romances, novelas, comedias y tragedias. 

Ocurre, sin embargo, que para Heidegger, la palabra cunde cuando se sincroniza con el tono del "pueblo" hasta hacerse (su) voz. Pero sabemos que cualquier proposición está hecha de palabras, y que las palabras difieren de las simples voces en que ofrecen un sentido. Así lo han visto también otros filósofos, como E. Gilson. 

Creo que el sentido, a base de traerlo y llevarlo por doquiera, acaba siendo un sinsentido. El sentido, se apega a lo concreto, a la situación, a la persona. Al menos así lo ve V. Frankl. De esta manera se distingue de los "valores", esos universales abstractos que, si bien, orientan al hombre en el curso de la historia, y son a su vez  como su legado, lo dejen inerme, por la dosis de conflicto que le imprimen a la hora de actuar, pues la conciencia, que dirige la acción,  es, en última instancia, la voz unívoca que nos dice esto está bien o no. Y por supuesto, puede haber conciencias deformadas, pero el obrar en conciencia es norma segura.

El mal de un actuar de acuerdo a una conciencia deformada, no está en seguirla, sino en no haber formado esa conciencia  debidamente. Así que, cada vez que una acción torpe se derive de una conciencia mal formada, hay que buscar el mal no en esa instancia, sino en el fundamento de la formación.

Lo universal de los valores, ese valer para todo, equivale a decir que para nada sirve. El aquí y ahora no se resuelve con valores, tampoco con las llamadas "voces" emanadas del pueblo. Se puede escuchar a todos, pero no por eso el actuar se vuelve correcto. Obrar así nos recuerda la escena original del Paraíso: "La serpiente me lo dijo; Eva me dijo que lo hiciera". Seguir la voz del pueblo que, como en Fuenteovejuna, todos a una mataron al comendador, no hace que la acción realizada sea buena, por muy deseable que fuera, por mucho que todo el pueblo participe de obra o de deseo en la acción. (En el poema de Lope de Vega, se cita: "¿Quién mató al comendador? ---Fuenteovejuna, señor. ---¿Y quién es Fuenteovejuna? ---Todos a una.").

En resumidas cuentas, para no alargar esta disquisición, la palabra lo es porque tiene sentido, al referirse a algo real, que representa, luego en una voz. Pero la palabra es antes que la voz sea, cuando la inteligencia capta el ser de alguna cosa.
Respetar, por tanto las cosas, se prolonga en la vida de las palabras, que no son lo que se quiera, sino las embajadoras de la realidad que nos circunda.




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