El buen humor del Quijote en tiempos difíciles: para hoy

Ninguno de nosotros hemos elegido el tiempo que nos toca vivir. Quizá no nos guste del todo lo que vemos en el mundo, ese todo que tenemos en frente. Entonces, lo que nos queda es aprender a convivir con ese mundo que, sin elegirlo, no podemos eludir.

Cambiar el mundo, lo que nos queda enfrente, no sólo es tarea de titanes, sino adentrarse en el absurdo. Eliminar todo aquello que nos disgusta, personas y cosas, es, desgraciadamente, una práctica rústica, irracional, que se repite en la historia cada cierto tiempo.

El mayo del 68 en París, unía en las barricadas a jesuitas y dominicos, como representantes autorizados de un descontento social y eclesial, donde sólo ellos, podían opinar sobre el curso a seguir.

Nada era suficientemente bueno para el descontento reinante, un descontento que crecía y se alimentaba de doctrinas vacías de contenido real, sin relación alguna con el mundo concreto, con algún aspecto puesto en tela de juicio por una mayoría siquiera de jóvenes, de personas con reflexiones serias.

El cambio. Había que cambiar. ¿Qué cosa? Todo, un todo elástico, indefinido, que bastaba señalar algo concreto para que se tomara como una imposición venida de quién sabe dónde. Nada se podía sugerir, muchos menos prohibir. La autoridad somos nosotros, que nos echamos a las calles. Somos los que sufrimos las consecuencias de todo esto que nuestros mayores nos han dejado.

Esos mayores eran, en lineas generales nada menos que los sobrevivientes de una, si no es que la mayor y más cruenta, guerra de la historia de la humanidad. Esos mayores habían tratado de reconstruir sobre las ruinas, de la mejor manera que sabían, una tarea siempre ardua para quien tiene la obligación de educar.

Después de medio siglo, algo así está ocurriendo ahora en diferentes regiones del mundo. En America Latina, con su mayoría de gobiernos de izquierda, no encuentran el camino de la felicidad que prometieron en sus campañas, ni tampoco de la unidad interna, ni mucho menos,  la consecución de un mínimo de acuerdos que justifiquen las reuniones frecuentes entre ellos. La señora Rebeca Grynspan, costarricense, recién llegada a la ONU como secretaria general iberoamericana, ve desde su privilegiado palco institucional,  grandes logros en lo que todos valoran como magros y escasos  resultados lo conseguido en la XXIV cumbre celebrada en Veracruz, México, hace unos días.

En Estados Unidos, tocan las campanas en varios frentes, todos con la vista puesta en las próximas elecciones, más que en el reconocimiento de los problemas reales y su posible solución. La defensa de los inmigrantes por Obama se ve como un abrazo tardío a una situación que se podía haber encauzado al principio de su segundo mandato, por lo menos. La constatación de los casos de tortura, no es algo nuevo, pero ha saltado a un primer plano por conveniencia política. Asimismo, la falta de acciones concretas para poner orden en el conflicto de Ucrania y Rusia, nos recuerda la ya tradicional postura estadounidense de mirar a otro lado en los conflictos de Oriente Medio. En fin, Corea del Norte hace sus bravatas de adolescente, y China se va apoderando en silencio de regiones enteras por la vía económica, mientras todos observan la falta de libertad y los crímenes de los regímenes que siguieron al de Mao.

Quienes hoy se quejan del mundo que les toca vivir, quizá no les falta razón. Pero se les puede recomendar la lectura de obras concretas para que se den cuenta de que los tiempos pasados no fueron mejores. El Quijote puede ser una buena obra para leer y meditar. El buen humor de este autor se compagina con  una crítica puntual de los problemas de su tiempo. Él que perdió su brazo en la batalla de Lepanto y estuvo prisionero en Túnez, y luego en Sevilla, por diferentes e injustas razones. Este buen amigo, decía que se sabía más versado en desdichas que en versos.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra