Entre los pobres, hay clases

No todos estarán de acuerdo, pero, en América Latina, no se levanta cabeza. La pobreza se pasea por las grandes ciudades. La desigualdad, crece. Los sistemas educativos no acaban de encontrar su pista para el despegue. Y junto con todo ello, o, como consecuencia de todo ello, la omnipresencia de la inseguridad y de la muerte. 

Se podrá decir: ---Oiga, pero hay muchas cosas buenas. Es cierto. Pero, precisamente porque así es, porque no se multiplica esa riqueza ni se distribuye con más equidad, duele la presencia de este panorama que, si se me permite hablar en estos términos, los pioneros que llegaron de Europa a estas tierras, verían con asombro lo poco que han cambiado las cosas, y el deterioro, en algunos casos,  de las relaciones con las personas y con el entorno.

En estos días, se reúnen las naciones iberoamericanas en Veracruz, México. En total, 22 países tratan de unirse para conocerse mejor, para ayudarse intercambiando bienes y servicios, para contribuir solidariamente al bien común de la región. El rey de España, Felipe VI, se atreve a hablar de "una mejor distribución de la riqueza y luchar contra la lacra del desempleo".

Está bien, éste y otros discursos. Pero las causas del deterioro del bienestar general no se delimitan suficientemente. Aunque, tal vez en las ausencias, países que no acudieron a la cita, se pueda encontrar algún hilillo conductor.  Brasil,  Bolivia,  
Venezuela y Argentina guardan silencio sobre todos estos planes, no compareciendo. Cuba, de momento, tampoco  ha llegado a la cumbre iberoamericana.

Y es que los ausentes no quieren hablar de economía, por obvias razones, y la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y los presentes es de lo único que saben hablar. Pero además, aunque la balanza ideológica de América Latina se inclina hacia la izquierda en estos días, la izquierda de los gobiernos de los países faltantes se pasa tres pueblos. 

En resumen, no quieren entenderse. Cada quien, su camino. No quieren tampoco que nadie les espete un "tú, por qué no te callas". 

Ahora se entiende mejor, el prodigio conseguido por nuestra Madre de Guadalupe hace 500 años: de lo que nunca había estado unido, surgió una identidad, tal vez, la única que, junto con el idioma, ha llegado hasta nuestros días. ¡Qué lástima que no se toquen estos temas en estas cumbres iberoamericanas!







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