La Virgen de Guadalupe

La confesión no es algo fuera de lo común, en otras culturas. Cuesta asimilar el hecho, pero es que, la conciencia reclama sus derechos, cuando se viola la ley natural, que cada quien lleva en su ser.

Por ejemplo, en el México del siglo XVI, cuando llegaron los conquistadores, se cruzaban por las calles con personas que iban en un taparrabos de amatl, según nos cuenta el historiador Hugh Thomas cuando narra la llegada de los españoles a la gran Tenochtitlan.

Ese atuendo, lejos de ser una moda exhibicionista, significaba que el hombre o la mujer había confesado sus pecados a la diosa Tlazoltéotl, la "diosa de la confesión y de la carnalidad". Su nombre significa "comedora de cosas sucias", es decir, los pecados.

Estos pecadores arrepentidos hacían penitencia por sus pecados, danzando y bailando en público. El historiador Thomas supone que la mayoría de estos penitentes serían gentes mayores, pues sólo "se permitía una confesión en la vida".
Y una recaída en el pecado, les acarreaba la muerte a pedradas.

Los mexicas tenían un código para establecer la diferencia entre el bien y el mal, entre lo que era un buen padre y quien era malo. Cuida el gasto de su casa y regula el  gasto; provee de lo necesario para la casa. El malo, por perezoso, omitida todas estas funciones. Un joven, por ejemplo, no podía beber pulque, la bebida de esos lares, la única bebida alcohólica de los mexicas. Si al joven lo sorprendían bebiendo por segunda vez, la pena era de muerte.

Esta disciplina, sin embargo, no impedía que en unos cacharros especiales cocieran a los españoles y se los comieran con ajo. Tal vez sería  para quitarles el mal olor, ya que, comparados con la exquisita limpieza de los indígenas, apestaban por no ser amigos de las bañarse a menudo.

Pero el punto que cambió el curso de la historia de México, fue la aparición de la Virgen María, los días 9, 10 y 12 de diciembre del año 1531 al indio chichimeca Juan Diego, bautizado poco antes. La Virgen tenía la tez morena, como los indígenas de aquellos lugares. Y el cariño predilecto que mostró la Virgen con ellos ha quedado para siempre en el corazón del continente americano. María, le dijo a Juan Diego: ¿"No estoy yo aquí que soy tu Madre? 

Y como confiesa Octavio Paz, esa aparición cambió el curso de la historia de un pueblo. Fray Motolinía, uno de los doce franciscanos, dice haber bautizado a 300 mil en su vida. Y Pedro de Gante, bautizaba a más de 4 mil en un solo día.


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