Los periodistas y la caridad



En los debates de estos días a raíz de la tragedia de París, buena parte de los periodistas, de buena talla intelectual, lamentan la masacre perpetrada por unos guerrilleros metidos en la red de Al Qaeda. Se interpreta esta matanza como un intento más de acallar las voces de la libertad.

Pero junto con las lamentaciones, que se han extendido como un río de lava por las avenidas de tantas ciudades del mundo, da la impresión de que los periodistas quedan libres de vivir la caridad. En general, casi todos justifican, en cierta manera, que los redactores de la revista semanal Charlie Hebdo trataran a las personas como si fueran, en muchas ocasiones, un trapo sucio que no tiene derecho alguno.

La defensa de esta vida carente de caridad para con los demás en el ejercicio de la profesión, la fundan  en el derecho de a criticar, nacido del derecho a  la libertad de expresión.

Desde luego, no se pueden imponer los valores a nadie. Pero llama la atención que, en Europa, la cuna del cristianismo, la religión cristiana que se caracterizaba por la defensa del amor sobre todas las cosas, acoja conductas que, según alguna ideología , tienen derecho a decir lo que les place. 

Las primeras vocaciones al cristianismo se quedarían anonadadas al comprobar que la tradición comenzada por ellos, y que transformó Europa, nació al darse cuenta del cariño que se tenían unos a otros. 

El decir, la caridad que dio el inicio a la cultura europea, proveniente del cristianismo, ha caído en desuso, obsoleta, porque se ha encontrado una ideología personal superior que no tiene por que ejercerse en algunas profesiones.

Si a la libertad le quitamos la caridad, ¿qué nos queda?


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