Dígale a Moisés: Voy de compras a Dubai

Ir de compras al desierto.

Nadie en su sano juicio haría tal cosa. Pero 80 millones de personas pasaron por Dubai el año pasado.

Las caravanas de mercaderes en Medio Oriente datan de tiempos inmemoriales. De Bagdad a Egipto pasando por Damasco el comercio de resinas, perfumes, inciensos y metales preciosos ha sido el modus vivendi de las tribus que bordeaban la vida del desierto. Pero los fenicios supieron extenderse por todo el Mediterráneo para llevar hasta Europa las bondades del intercambio de productos. 

El arte del comercio, sin duda, tiene sus raíces en las actividades de estos visionarios prácticos, capaces de vender piedras si la situación se torna difícil para la supervivencia. Por ejemplo, el rey Balduino II de Constantinopla en 1238 empeñó la Santa Corona de la pasión de Cristo  con un veneciano, venerada en Bizancio, para salir de las deudas que le acogotaban; esta decisión encendió la ira de san Luis, rey de Francia, que no cesó  hasta haberla  adquirido.

En primer lugar,  para acercarse a un desierto necesita que alguien lo lleve. De eso se encarga la línea Emirates, en vuelo directo a 140 ciudades del mundo.

Pero al llegar se necesita un lugar adecuado en donde estar porque los 50 grados de temperatura no permiten caminar bajo el sol de un largo verano. Ese problema se soluciona si se quiere en un hotel de hasta  8 mil dólares la noche.

¿Y qué hacer ahí, en medio del desierto? Vaya al The Dubai Mall, el centro comercial más grande del mundo; ahí encontrará las marcas más exclusivas ofreciendo la gama más sofisticada de sus mercancías, libre de impuestos.

¿Qué produce Dubai? Nada. El negocio consiste en ofrecer mercancías en el desierto elaboradas en quien sabe dónde y trasladar luego a los pasajeros de todos los rincones del planeta para que los compren ahí cómodamente. Increíble.

Desde tiempos de Moisés, esos desiertos eran un lugar de destierro, de muerte. Luego, quienes querían hacer penitencia y dedicarse a la oración se apartaban al desierto para aislarse del mundo y concentrarse en la consideración de su vida por venir.

Sin duda los tiempos cambian. Y con ellos, los destinos de las personas y los fines que se dan a las cosas. ¿Se anima usted a ir de compras al desierto? No sé qué pensaría Moisés si viera la transformación lograda en los desiertos por los que anduvo durante 40 años, y donde sucumbió toda una generación.










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