El fin del mundo

Nadie sabe el día ni la hora. 

Sin embargo, las especulaciones no cesan. Algunos, con cálculos humanos basados en información divina; otros, se ayudan de los rastros de la historia y conjeturan fechas precisas.

Todos sucumben. Quizá la lectura del evangelio y de las cartas de los apóstoles, nos podrían ayudar en este deseo de saber cuándo va  a ocurrir ese momento, a partir del que las cosas ya no van a ser lo mismo.

Llama la atención el cierre del evangelio de san Juan. Tiene sentido que al final, lo que le interesa a Jesús, se resume en la pregunta a Pedro: ¿Me amas?

Creo que esto es lo único que importa. En el Apocalisis, que según el papa Benedicto XVI no es el mejor lugar para derivar fechas a partir de un pasaje, san Juan cierra, hace dos mil años, su visión difícil de entender,  con unas palabras del Señor: "Sí, vengo pronto".

Lo mismo se puede leer en otros escritos de los primeros tiempos. En los escritos de Mateo, no se habla de estos asuntos temporales, y se ordena ir pro todo el mundo predicando el evangelio, con la seguridad de que él estará con nosotros hasta el fin del mundo. 

No habla de preocuparse por el fin del mundo, sino de que le amemos lo suficiente para perseverar hasta el fin.

En algunas apariciones de la Virgen María, se ha hablado del "fin de los tiempos", una noción distinta del "fin del mundo". Según las videntes de Garabandal, un pueblo perdido en las montañas de Cantabria, desde hace 50 años se sabe que ocurrirá el "gran aviso", y cada quien podrá ver su conciencia tal como es delante de Dios. Muchos no harán caso, pero después vendrá la "gran tribulación", unos seis meses después.

Lo que ahí ocurra es incierto, pero nada deseable. Lo importante, según los que se aventuran a pronosticar fechas de estas manifestaciones anunciadas por Santa María, la Madre de Dios, es que la gente se prepare para dar el gran paso e ir bien dispuestos a la presencia de Dios. 

En este sentido, viene a ser lo mismo que los consejos finales de los Evangelios. Estad preparados, es decir, bien confesados, en gracia, porque no sabéis ni el día ni la hora.

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