La maternidad y la figura de Pablo VI, beato

La visión del papa Pablo VI, ahora beato, se mueve alrededor de la Virgen María. 

Un hecho que soportaría esta afirmación viene dado por la declaración del primer día del año en la liturgia de la Iglesia como dedicado a la Madre de Dios. María llega a los límites que una persona humana puede alcanzar. De esta designación divina, penden todos los demás dones de María.

Ensalzar la maternidad de María ocurre en un tiempo en donde a las mujeres se les ha seducido de nuevo, con la posibilidad, no de ser "como Dios", sino con la de ser "como el hombre". 

Desde luego, la diferencia es notable entre una y otra propuesta. Mientras el "ser como Dios" remite a un plano de ambición infinita, fuera del orden de criatura correspondiente, en el caso del "ser como el hombre", transpira una rebaja a la naturaleza femenina, de consecuencias mortales para la convivencia humana.

Para competir con el hombre se posterga a veces, entre otras cosas, la maternidad. Tener hijos se convierte en una carga insoportable. Por ejemplo,  Zuckerberg viene en ayuda de las que  desean consagrarse al trabajo profesional, corriendo con el coste de congelar los óvulos de quienes trabajan en su empresa, Facebook, hasta que decidan ser madres por el método de  inseminación.

La tasa de natalidad en Europa y en otros países desarrollados ha bajado de los niveles mínimos requeridos para que una generación reemplace a otra. Los problemas nacidos por estas decisiones en donde la mujer cree que se librera al controlar los nacimientos por el procedimiento que sea, no están todavía en su apogeo. 

Y aquí es donde la figura de Pablo VI aparece de nuevo, con una defensa serena y firme de la doctrina de la Iglesia sobre la maternidad. La carta Encíclica Humanae vitae previene al final de la década de los 60, contra las aberraciones que se pueden perpetrar al ir contra los ciclos naturales para concebir la vida.

En el fondo, el papa Pablo VI defendía con cariño y respeto la maternidad, en unos momentos donde todavía no se llegaba al extremo de justificar el aborto debido a razones de conveniencia para la mujer; en unos momentos donde el mundo no entendía la propuesta pontificia.

La falta de respeto por la vida actualmente, en todos los órdenes, tiene, sin duda, su origen en la pérdida de sensibilidad y de delicadeza al habérsele vendido a la mujer, el cambio de la maternidad, inigualable y excelsa,  por un plato de lentejas.

La grandeza de la maternidad de la mujer, se entiende mejor a partir de la maternidad de María, un regalo tan privilegiado para una mujer, que sin dejar de ser virgen, se le concede concebir al Redentor del mundo. 

El beato Pablo VI nos legó esta herencia al desvelar mejor que nadie hasta ese momento la grandeza de la maternidad para la mujer de hoy.

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