El tiempo importa

Es cierto: el mal abunda.

La primera reacción de un alma noble, se encaminaría a erradicar ese mal que tantas veces quita la paz y la vida incluso de muchos.

Pero el tiempo importa. Hay que esperar. Al final de los tiempos, se pondrán las cosas en su sitio. El trigo, lo bueno, irá a los graneros; la cizaña, al fuego.

Hay que esperar. ¿Para qué? Cada quien tenemos un trabajo especifico. El nuestro consiste en sembrar la buena semilla. Aunque ahora no lo veamos, producirá un buen fruto.

Mientras, no gastar ni un solo segundo siquiera para ir en contra de nadie. Nosotros estamos a favor de esa siembra de paz, que nos llenará de alegría. No tenemos tiempo que perder.

El maldito siempre hará de las suyas. De noche. Cuando todos duermen. 

Seguramente esa cizaña va a hacer mucho daño. Mientras haya tiempo, nosotros haremos lo que se pueda, que es mucho.

Recuerdo ahora las palabras de Juan Pablo II: "La historia, pues, es para el Pueblo de Dios un camino que hay que recorrer por entero, de forma que la verdad revelada exprese en plenitud  sus contenidos gracias a la acción incesante del Espíritu Santo". 

El tiempo importa, entonces, para ser capaces de recorrer el camino entero, sembrando esa semilla que nos ha sido dada por la fe.

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