Un 13 de mayo en Fátima: 100 años hace.

Dios tiene debilidad por los pastores; es,  diríamos, su tendón de Aquiles.

Comienza la Biblia por  Abel, "pastor de ovejas", pasa por el rey David (hay muchos otros entrambos), salido de cuidar el ganado en los pastizales, y  llega hasta los pastores de Belén, primeros depositarios del mensaje del nacimiento del Mesías por medio de los ángeles.

Y Jesús mismo, a la hora de presentarse ante el pueblo con un título, elige el de Buen Pastor, "que da la vida por las ovejas", y así   se le ve en las primeras representaciones del cristianismo.

Es el Pastor que no abandona las ovejas para huir cuando viene el lobo.

Dios no cesa de visitar a su pueblo, y envía a  su ser más querido, María, la Madre de Jesús en la tierra, para llevar sus mensajes de cariño y esperanza al mundo por medio de  personas que son a la vez niños, pobres y pastores. Por ejemplo,  las últimas apariciones de La Salette (1846), Lourdes (1858), y Fátima (1917).

Pues bien, este año, el 13 de mayo, se va a celebrar el Centenario de las apariciones de la Virgen María a los pastorcillos  de Aljustrel, una villa de Fátima, en 1917.  El papa Francisco va a presidir  la ceremonia en donde se canonizarán a los beatos Jacinta y Francisco, los hermanos videntes fallecidos a los nueve y diez años de edad, respectivamente, después de contemplar  a la Virgen del Rosario en los pastos de la Cova de Iria mientras cuidaban de sus ovejas con su prima Lucia.

Desde luego, la canonización de estos niños ha llamado la atención debido a su juventud, pero después de los siete años, la edad de la razón, todos los hombres pueden y deben luchar para alcanzar la santidad a la que  están llamados. Antes de esa edad, se considera que el discernimiento del bien y del mal no ha llegado a su plenitud y  los actos voluntarios adolecen de culpa en muchas ocasiones. Tampoco la Iglesia  ha dudado en declarar la santidad de aquellos  "niños inocentes" que, aun menores de dos años, en tiempos de Herodes, dieron su sangre por Jesucristo sin saberlo.



La bala  con que hirieron a san Juan Pablo II luce encastrada en el centro de la corona de la Virgen de Fátima.



Los últimos papas, en especial san Juan Pablo II, han tenido gran devoción a la Virgen de Fátima. El papa polaco, fue herido de muerte en la plaza de san Pedro en el Vaticano por un disparo del turco Alí Agca en 1981, justo el mismo día de la fiesta de Fátima, el 13 de mayo. Juan Pablo II donaría después la bala mortal al Santuario, y ahora adorna   la corona de la Virgen en Fátima, pues, según el pontífice, "una mano maternal" detuvo la trayectoria del proyectil.

San Juan Pablo II consagró todos los países del mundo, incluida Rusia, al corazón de María, junto con los obispos, para dar cumplimiento en 1984 a la petición de la Virgen a los videntes de la segunda parte del secreto dado a  Lucia,   fallecida en 2005. Esta monja carmelita aseguró  que la consagración del mundo al Corazón de María se desarrolló de acuerdo a los deseos de la Virgen dados en la segunda parte de su secreto.

Hay muchos que interpretan este atentado  al Papa como el cumplimiento de la tercera parte del secreto de Fátima, donde se describe la huida  de un obispo vestido de blanco herido de muerte.

La primera parte del secreto se relacionaba con la visión del infierno  y la necesidad de rezar diariamente el santo rosario por la conversión de las almas de los muchos pecadores que de otra manera se condenarían.

La delicadeza de este Pastor, Jesús no cesa con el paso de los años. Ahora nos envía a su Madre Santa María, para indicarnos la manera de cuidar unos a  otros, espíritu de la verdadera unidad de la Iglesia instituida por Jesucristo.

Sin duda, en unos días más, esta unidad de la Iglesia se vivirá de forma especial en Fátima, en torno la Virgen. Como buena Madre estará al pendiente de sus hijos y de sus necesidades en todo el mundo. Atentos a ese 13 de mayo próximo, los cristianos no perderán  la oportunidad de sintonizar con su Madre del Cielo a la espera de obtener grandes y pequeños favores en esa fecha tan especial.

La devoción a María y el rezo del santo Rosario son medios seguros para alcanzar la salvación, y conviene siempre estar preparados viviendo en gracia.




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