¿Es el cielo aburrido?


Los partorcillos de Fátima con el ángel y la eucaristía.





¿Una eternidad diciendo "Santo, santo, santo", como nos cuenta el Apocalipsis?

En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones, les dice el Señor a los apóstoles.

San Pablo, arrebatado al tercer cielo, no acierta a decir lo que vio.

Santo Tomás de Aquino, insigne teólogo y filósofo del siglo XIII, afirma: "En esta misma vida, purificado el ojo del espíritu por el don de entendimiento, puede verse a Dios en cierto modo".

San Juan de la Cruz abunda en esa imposibilidad de expresar lo sentido en una de las experiencias místicas: "...que no hay vocablos para declarar cosas tan subidas de Dios como en estas almas pasan"..."sólo se puede decir, y con verdad, que a vida eterna sabe".

Santa Teresa, con toda su facilidad de palabra, acierta a decir: "...lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo ni del alma, porque no es visión imaginaria.  Aquí  se le comunican todas tres personas, y la hablan y la dan a entender..".

El ángel de Fátima, descubre la Eucaristía a los tres pastorcillos, y se arrodilla para adorar el cáliz.

Luego, se les aparece la Virgen en seis ocasiones. En una de ellas les muestra el infierno.

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Hay muchos más relatos de los contactos del hombre con lo sobrenatural. Pero bastan unos cuantos para centrar y apuntalar la vieja idea de la necesidad de hacer atractiva la verdad. Un joven de hoy, se queda in albis al imaginarse el coro de los ángeles y santos de rodillas repitiendo sin cesar para siempre la misma fórmula.

O inventamos algo mejor en nuestra forma de decir, o resultará vano el intento de interesar a cristianos, jóvenes y viejos,  y a los paganos con estas presentaciones. Pero no se trata de inventar algo "nuevo", sino de abundar en lo encendido de tales visiones para irnos acercando más a lo inefable.

San Pablo capta nuestro interés  precisamente con lo inefable cuando se refiere a su experiencia mística en una de sus cartas. Sin duda, este "ver sin ver" para contar algo, se lleva al futuro del hombre, a su trascendencia. La verdad contemplada y su atractivo dejó a san Pablo con el deseo de perpetuarse en esa visión, no apta para decirse con palabras, pero de radiante por la esperanza dada. Es lo que san Juan de la Cruz describe como "a vida eterna sabe".

Y es que para referirse a esos temas, cada quien recurre a la "experiencia" del bienestar vivido, como hace san Pedro en el momento de la "transfiguración" de Jesús en aquel "monte alto" acompañado de Santiago y Juan: "Pongamos tres tiendas", para los distinguidos visitantes (Moisés, Elías y Jesús mismo), y se olvida de sí mismo y de sus dos amigos.

No podemos explicar estos fenómenos sino con palabras referidas a la representación del algo como monótono, según algunas narraciones, pero que es indicador de absorción total de la persona humana en ese flujo "intemporal", a modo de un presente continuo, donde el repetir es un brotar de admiración sin fin, siempre nueva, ante un espectáculo divino donde no cabe la repetición en lo infinito de sus representaciones reveladas.

Cada quien quedaría, entonces, absorto para siempre. La inmensidad de Dios llega hasta los mismos diablos, pero su participación es semejante a la de un mendigo harapiento junto a un tesoro inmenso que no le pertenece y nunca podrá poseer.

Por eso la presencia de Dios en el hombre, pasa desapercibida para que pueda seguir siendo él mismo, usando de su libertad sin menoscabo alguno. Él pasa a nuestro lado como si no pasara, con el ademán de "seguir adelante",  un gesto bien descrito en el camino de Emaús junto a Cleofás y su acompañante. Siempre observamos un profundo respeto a la libertad dada por Dios al hombre.

"Aburrimiento" significa cansancio, fastidio, tedio por no contar con algo que nos distraiga y divierta,  o por algún tipo de molestia, según el diccionario de la RAE. Pero en las descripciones de videntes y receptores de estas experiencias, si algo, se experimenta el deseo de volver a ver, de continuar para siempre leyendo la página de un libro excelso donde la siguiente resulta incomparablemente mejor que la anterior, según se imagina el papa emérito Benedicto, en esa libertad ejercida de querer seguir leyendo algo inacabable.

La pedagogía mariana mostrada en Fátima tiene una secuencia maternal. Primero les envía a los pastorcitos un ángel, extraordinariamente bello y les enseña a rezar algunas oraciones. Luego viene la Virgen, y los deslumbra con su belleza y cercanía. Por fin, una vez nacido el deseo de contemplar para siempre tal realidad, a la que están llamados a disfrutar, les enseña otra realidad, el infierno, ese estado en donde se vuelve imposible disfrutar todo ese bien contemplado en las sucesivas apariciones.

En fin, "aburrimiento" y "cielo" son términos antitéticos: donde se da uno, no puede hallarse el otro. Pero hay que saber contarlo para no causar aburrimiento.
















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