Fornicar o no fornicar, "that is the question"

Recuerdo el relato de aquel águila que se cortó las alas para volar más rápido. Es la historia de muchas mujeres el día de hoy: no quieren tener hijos para "volar más rápido" en las mil vericuetos del camino de la vida.

La extinción del mundo actual no vendrá por medio de un ataque nuclear y la consiguiente respuesta. La extinción de la vida viene, poco a poco, al despreciarla.

Es un engaño superlativo: el acrecentamiento de la disponibilidad de mano de obra se ha dado del acceso de la mujer al trabajo. A más mano de obra disponible, se abarata lo pagado por ese empleo. También se crea desempleo, incapaz de absorber la oferta tanta demanda. El porcentaje de gente joven sin trabajo en toda Europa se ha estancado y  no se ve la manera de reducirlo.

En estos debaneos, la mujer ha aceptado el reto de salir al mercado y ofrecerse a laborar sin que le mengüen sus posibilidades de acceso debido a su condición femenina. Si para ello debe renunciar a la maternidad, se renuncia, y de esta manera se suprime prácticamente la diferencia clave entre hombre y mujer. Por supuesto, de ninguna manera queremos decir que la mujer se quede en casa: ¡NO!

Todo está bien si acaba bien. Las relaciones sexuales están diseñadas para ejercerse dentro del matrimonio con una apertura a la vida generosa. Entonces, si se deslinda una mujer de la maternidad, debería  abstenerse del sexo. Quienes renuncian al matrimonio por "amor al reino de los cielos", siguen una gran variante, recomendada desde el principio del cristianismo,  realizan una gran cosa.

Pero las cosas no funcionan así. La mujer, cada día con más frecuencia, renuncia a la maternidad, pero quiere seguir disfrutando del sexo sin matrimonio. Lejos de mejorar la condición laboral, se va empeorando. Luego, la tasa de fecundidad se va reduciendo, precisamente, en los países más económicamente desarrollados. Consecuentemente, habrá en el futuro menos contribuciones al "fondo de pensiones", y los "jubilados" no tendrán ya motivos de júbilo en su retiro. Además, el vacío de natalidad tenderá a llenarse con remesas, no siempre queridas, de gente proveniente de culturas muy distintas, que no siempre desean integrarse en la cultura del país, como se ven ya casos en las naciones europeas.

De esta manera vemos cómo el desorden de origen redunda en un desorden mayor al final, nunca en un nuevo orden. El tan manido "nuevo orden mundial" tiene incorporado en lo más íntimo de su ser, el germen de la destrucción.

El "nuevo orden" va en contra de la naturaleza misma del hombre.  Y como esto es una cuestión de "principios", el mal creado con este desorden se ve en las consecuencias: no empleo, no matrimonio, no hijos, no familia, no celebración del día de la madre, no lugar para los "gravosos" mayores, etcétera.

Por lo tanto: urge la aceptación de relaciones sexuales sin cortapisas, la aprobación del aborto por si "falla" algo en la relación sexual, el divorcio exprés, el cambio de sexo, el ejercicio de todas las variantes de realizar el sexo según el gusto personal. Ah, y la eutanasia, pues supone un alto costo el mantener a quien ya no se le puede exprimir.


Da la impresión de que el "nuevo orden" mundial  se reduce a "fornicar" a placer. Lo demás, es lo de menos. Entonces: fornicar o no fornicar, esa es la cuestión, diría el poeta de Stratford upon Avon.








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