¿Qué nos está pasando? El hombre "causal" se ha vuelto "casual"


Al reducir la distancia entre el hombre y el animal, los fenómenos sociales se entienden biológicamente. El perro y el hombre "convienen" las conductas desempeñadas. Y, el filósofo H. Spencer (1820-1903), encuentra principios de formas humanas en las termitas. La falta de respeto a la vida, se origina entonces, en estas concepciones desarraigadas de Dios y de la espiritualidad.






De repente, la ciencia, al principio con sus ideas de progreso, ha dado un paso más, basado en una doctrina evolucionista. Despojado el hombre de su dignidad personal, queda reducido a un punto en el avatar de seres destinados al crecimiento material. Es, según la teoría evolucionista, un ser más, aunque con ciertas ventajas sobre los demás. Pero, ha pasado de causal a casual.

La razón deja su parentesco con lo divino, ya no es una chispa del ser Creador. Al hombre hay que bajarle los humos sobre la "inmortalidad", pues su Dios ya no es lo que se creía. Todo es efímero, flor de un día. El hombre está "determinado" a evolucionar según ciertas pautas, sin remedio, y,  al acabarse esta tierra material, el hombre perecerá para siempre con ella, que es de donde viene y por la que se sostiene. Quizá un "fracaso" de planeación no resuelto, o bien, un querer ir por encima de sus posibilidades.

Vistas las cosas de esta manera, ahora sólo nos queda confiar más en más técnica.
Los sentimientos se han descuidado durante siglos por su naturaleza poco racional, sensiblera, muy poco apropiados del varón, esto vir. La Ilustración se apegará a ellos, pero sometiéndolos a lo verdaderamente vital para el progreso: obtener bases científicas para la transformación completa y racional de la sociedad humana. Había que oponerse a la fe con la Ilustración.

"La humanidad entera será un día una sola nación", pensaba R. Owen en el primer tercio del siglo XIX, sin problemas para producir el alimento necesario y ser dichosos, una visión opuesta a su contemporáneo Malthus, ganador de adeptos hasta nuestros días. El optimismo de Owen se basaba en una "ciencia nueva" como principio ordenador de todas las cosas, religión incluida, contagiará al científico Augusto Comte, padre del positivismo, iniciador de la "fe en el progreso" sin fin. Para ello, la matemática era la herramienta infalible. Un enfoque donde se ha carcomido la vida del espíritu.

Acaba de suceder en Japón. Un joven, vecino de una casa de retiro para incapacitados, irrumpió en el interior y quitó la vida a casi una veintena, tras dejar heridos a otros tantos.
¿Razones?: No se debe permitir que continúen con vida quienes no la pueden vivir en plenitud valiéndose por ellos mismos.

Esta idea no es nueva. Ernesto Haeckel (1834-1919) insistía desde mitades del siglo XIX en el exterminio de toda vida inútil. Las raíces se deben buscan entonces en las concepciones materialistas del hombre, reducido a un ser con vida, sin más, producto del azar, una casualidad.

Los torbellinos de gentes, atraídos por el "afán de novedades" ya vigente en el mundo helénico en tiempos de san Pablo, se mueven en el mundo sin entender, fotografiando sin cesar lugares y escenarios sin sentido para su vida. A veces, ya no se puede dar un paso. Se asfixia uno en las callejuelas de Venecia, de París, de Madrid, de Roma. Todos tan cercanos a los demás, pero sin conocerse siquiera un ápice, deambulan por este planeta como zombies

Falta la cercanía espiritual sin cuya presencia no podremos construir conceptos de relación adecuada entre los demás y nuestra forma de ver las cosas, empatía y simpatía,  precisamente en este mundo donde, queriendo o sin querer, se tropiezan unos con otros, y, vacíos por dentro como están, se ven entre ellos como intrusos.

Sólo así podemos explicar, cómo jóvenes de 183 países se pueden reunir en una ciudad para rezar juntos por la paz del mundo, por las vocaciones, por un futuro donde se pueda convivir sin recelos. 

Es la tarea del espíritu que, sin destruir los sentimientos, los encauza en busca de un orden superior  conducente a elegir el verdadero bien, de donde nace la alegría.

Entonces, nos está pasando que hemos vendido el espíritu por un plato de lentejas, la técnica, que, mal usada, nos permite estar en todos los sitios (como si fuéramos "dios"), pero sin saber quién somos ni a dónde vamos.








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