¿Hay diferencias entre un santo y un terrorista?






Los científicos han analizado los componentes de las conductas delictivas, en especial, lo concerniente a su deriva terrorista.

La verdad, no ofrecen muchas diferencias con la conducta de quienes se determinan a comenzar y rematar el camino de la santidad.

Por ejemplo, el efecto imitación es el principal componente en los ataques terroristas recientes. 

Hoy celebramos la santidad de Íñigo de Loyola. Después de su herida en la pierna (Pamplona, 1521) durante la   defensa defensa de la ciudad en contra de los franceses, se retiró al castillo de sus padres en Azpeitia, pueblo entonces enclavado en el Reyno de Navarra. Durante los largos meses de convalecencia, cayó en sus manos un volumen con "vidas de santos", aunque él prefería los libros de "caballería". Su lectura le causó tal impresión que, a partir de entonces, surgió en su alma como una alternativa la posibilidad de dedicarse de alguna manera al servicio de Dios, imitando la vida de tantos santos.

Aquí vemos de manera clara ese fenómeno de la mímesis,  concisamente explicado por Aristóteles en la Poética, como el motor de las acciones al presenciar la puesta en escena de las obras de teatro donde se resalta el bien, entretenimiento al que los griegos dedicaban una parte considerable del año. Pero entre los radicales asesinos de nuestros días, es común encontrar en sus habitaciones libros y recortes de periódicos donde absorben y planean la imitación del mal leído. 




Adel Kermiche, asesino del sacerdore francés, padre Jacques Hamel,  en la Iglesia de Saint-Etienne-du-Rouvray.



Ahora, para Íñigo, el  dilema consistía en decidirse por su pasión de prestar un servicio al rey, o bien, dedicarse al prójimo por amor a Dios. Se decantó por la segunda opción después  de un retiro especial en la montaña de Montserrrat, cerca de Manresa.

Otro efecto entre los delincuentes se
concreta en el deseo de fama y gloria, conseguida por medio del asesinato de personas en circunstancias tan viles y trágicas, que la noticia se irradia en las primeras páginas de  los media con todo detalle, hambrientos como están siempre de "novedades". 

La manera de conseguir la gloria, sin embargo, es bien distinta entre los jóvenes terroristas y los santos. Mientras aquéllos buscan su gloria personal haciendo el mal, quienes buscan la santidad se emplean en hacer el bien al necesitado, dejando para Dios toda la gloria. De hecho, este vino a ser el lema de la orden fundada por Íñigo de Loyola:  que todo sea Amajorem Dei gloriam (Para la mayor gloria de Dios).

Otro factor exhibido, por lo general como "atenuante", es la presencia de "problemas mentales" en la mayoría de los terroristas. La verdad es que son muchos los santos (empezando por Jesús de Nazaret) a quienes se les ha tildado de "locos", pero siempre como un "agravante" de sus acciones, pues a los mediocres  les ha costado trabajo entender cómo se puede perseverar haciendo el bien con tamaña determinación sin buscar la gloria del momento presente.

La moraleja de este recuento con la excusa de la fiesta de san Ignacio de Loyola (o Íñigo) y las atrocidades que día a día los media nos sirven, es, en primer lugar, la importancia de la lectura. Segundo, la importancia de que lo leído sea bueno, a juicio de alguna persona experimentada, pues hemos visto la influencia de la lectura en la vida de las personas. Y, en tercer lugar, si estas lecturas nos animan a hacer el bien, hacerlo para la mayor gloria de Dios, un consejo ya dado por san Pablo a los colosenses.









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