ISIS y "guerrillas": En el mundo hay de todo, menos unidad


La  expresión guerra de guerrillas se acuña a comienzos del siglo XIX, durante la invasión francesa a España.

Resultaba una locura enfrentar al ejército napoleónico, bien pertrechado, con otro similar. La gente de la calle, el pueblo,  se había percatado de que la presencia francesa no era una visita de cortesía, y que las vacaciones del rey de España en Francia, consistían en su prisión en el castillo de  Valençay, en la región de Loire.

Estas guerrillas populares consistían en atacar en pequeños grupos al ejército francés, nunca de frente. Los ataques eran escaramuzas breves: se hacía mella en un flanco inesperado, y se retiraban hasta perpetrar otra incursión. Los franceses, cansados de tantos años de pérdidas y tensiones, decidieron capitular.

Algo similar en la táctica ocurre con el ISIS. No dan la cara. Atacan sin causa alguna algún lugar donde se pueda "hacer mucho (mal) con poco". Esta es la idea de la guerrilla. Personas que, formalmente, no pertenecen ni se entrenan siguiendo una disciplina, arremeten dejándose llevar por el odio, con poco material que perder, y dejan la vida en una de estas incursiones pensando, quizá, que el paraíso queda a la vuelta de la esquina.

La novedad de esta guerrilla consiste en situar el campo de operaciones en el mundo entero, declarado enemigo mortal por no profesar su fe. Nadie se cree, ni ellos mismos, sus creencias, usadas a conveniencia  con propósitos políticos. Entonces, gente desuncida, descentrada, amargada, rota por dentro, gracias (o por desgracia) a las redes sociales, entran en contacto con líderes de ISIS o con alguno de sus manuales de combate. Y, como el mal ejemplo cunde, se da el caso del contagio mental en personas que nunca se relacionaron con esta organización maldita.

Desde luego, la base de operaciones de este terrorismo, al estilo ETA, resulta muy movible. Van de un sitio a otro,  pero, hay quienes los consienten y  venden armamento, pagado con las ventas de petróleo robado de las refinerías árabes. Los países árabes no cuestionan la actuación de este tipo de terrorismo. Los que hablan, lo hacen a medias, como Turquía, que camina en el camino de la conveniencia. 

Divididos como están estos países árabes, nadie condena este tipo de acciones, y a ellos se suma el club de fútbol Barcelona, que, por 30 monedas (perdón, millones de euros) vende a su equipo si porta en el frente de su camiseta el nombre de uno de estos conflictivos países: Qatar.

En fin, hoy como ayer, se doblega a las personas con las armas y se doblega y silencia con dinero



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