Los samaritanos aparecen en la desgracia






Hoy es un día normal. Bueno, si todavía no has leído el periódico. 

Por esto, al salir a la calle, no todos están en las mismas condiciones. Además de la vida personal, la ducha, el café mañanero, el cigarrillo (si fuma), no se puede evitar dedicarse unos minutos (¿quince, treinta?) a conversar con el amigo que no falla y te ha concedido un día más.

Es lógico detenerse con quien te regala el tiempo, no de golpe, sino día a día. Tiene el día suficientes avatares como para encararse con futuros inciertos. Así pues, comienzo la conversación con mi amigo, diciéndole: ---Gracias por este nuevo día. ---¿Qué quieres de mí, hoy?

Y junto con él, porque ya lo conozco, voy repasando mis tareas y ocupaciones una a una. Sé muy bien de su insistencia en hacer bien las cosas de diario. Veo cómo se alegra cuando culmino un trabajo cuidando cada detalle, y da gusto verlo. Los dos nos ponemos contentos. Pero, también hay días en que ni las gallinas ponen. Todo tiende a salir al revés; no veo más que obstáculos.

En esos días aciagos, le duelo preguntar a mi amigo, ¿dónde te has metido? Me dejas solo en medio de estos líos, y sabes tú bien que soy una calamidad...¿Acaso no podías haberme prevenido de ese choque con un autobús de pasajeros? Yo iba por mi camino, y el conductor del autobús se me echó encima. Luego, horas y horas de discutir con el representante de la compañía de seguros hasta lograr un acuerdo con los del otro seguro. 

Las mentiras y las amenazas veladas se sucedían a lo largo de las horas. Nadie acudía en mi ayuda... Bueno sí, una señora con dos hijas pequeñas regresaba del colegio y me dio un par de bocadillos porque me había visto desde  la mañana en ese lugar sin moverme. No acertaba a darle las gracias. Se me saltaban las lágrimas.

También una vecina del lugar, al ver el accidente, se apresuró a declarar en mi favor, y prometió no moverse del sitio hasta el fin de las negociaciones viciadas por los reclamos de las partes. 

En medio del ir y venir de policías, aseguradores, curiosos y sindicalistas compañeros del conductor del autobús descubrí la figura de un insigne periodista bien conocido, que, al verme, decidió animarme con su presencia y, los demás, con solo verlo, sintieron una amenaza sobre sus cabezas si este profesional decidía intervenir de alguna manera en las diatribas.

Es ahora, después de los días, cuando me doy cuenta de la presencia de Dios en medio de un accidente catastrófico. En primer lugar, a pesar de lo aparatoso del impacto, no recibí ninguna lesión, si bien el coche quedó destrozado. En segundo lugar, se pudo llegar a un acuerdo entre las partes afectadas por medio de sus representantes. En tercer lugar, el encuentro casual con amigos no vistos desde hacía tiempo fue causa de gran alegría, por haberse detenido en medio del trajín diario y auxiliar, como buen samaritano a quien lo necesitaba. También, las señoras, samaritanas sobresalientes, hicieron cuanto estaba en su mano por auxiliarme.

El samaritano aparece siempre en las circunstancias adversas. Es decir, el Señor está a tu lado en todo momento...aunque no lo sientas.











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