¿Bachelet al paredón?: Muerte de 865 menores bajo su cargo

En Chile, la vida no vale nada. Menos cuando se deja en manos del Estado. Mucho menos, cuando  la encargada es la madame que lo rige, Bachelet, masona, firme en su ideología socialista abierta a la igualdad de género y al aborto sin contemplaciones, y también al divorcio que se desentiende de los hijos.

Estad tranquilos. Dejad que los niños se acerquen a  mí, porque el Estado bajo mi mandato, los va a cuidar. Somos un gobierno responsable. Los hijos de las familias destruidas  con los programas vigentes, se acogerán al cuidado de  otros programas al cuidado del Estado, pues vienen de sufrir maltratos o abandono familiar. 

Pues bien, ni siquiera en los tiempos de Pinochet, ni tampoco en las turbulentas aguas del Mediterráneo hoy, se ha dado una tragedia criminal así.

Desde 2005, por lo menos 865 menores de edad, han perdido la vida en diversos programas de protección a cargo del Estado; a algunos ellos les sobrevino la muerte por causas violentas. En ningún caso, estas muertes se ha denunciado a la Justicia del país.
Y como estará el orden del país que el  gobierno no ha sabido de tal masacre.

La presidenta del País dice que estas muertes "le generaron mucha tristeza". A la directora del Servicio Nacional de Menores, Solange Huerta, le "duele" la muerte de estos niños.
Las causas de los decesos se deben a enfermedades mal atendidas, a negligencia y al mal trato. 

Es lo de siempre. El socialismo trata de resolver los problemas por medio de programas. Recuerdo los planes quinquenales rusos donde todo quedaba felizmente resuelto en el papel, pero la gente se moría de hambre. 

El líder político de la Unión Soviética, Nikita Kruschev, se encolerizaba cuando vio los ubérrimos campos de maíz de los estados de Nebraska y  de Iowa durante su visita a Estados Unidos, donde una sola persona atendía cientos de hectáreas, sin punto de comparación con el derroche baldío en los "graneros" del Sur de Rusia.

Las personas necesitan de los cuidados profesionales de otras personas, y no quedar al cargo de un programa,  como los implantados por Michelle Bachelet.  Quizá ahora le cueste dejar el trono.

Da miedo pensar que los japoneses ya han puesto robots para la atención de clientes en los hoteles.




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