Juan Pablo II, atrayente ayer y hoy (Anécdota)








¿Por qué atraía la persona del papa Juan Pablo II?

La santidad es atrayente. Jesús atraía a las gentes de su tiempo. Son múltiples las ocasiones donde su persona aparece rodeada de seguidores entusiastas y curiosos. 

Uno de los evangelistas cuenta que una cierta "virtud" salía de él y curaba a quienes, a lo largo del camino, necesitaban de su ayuda.

Quienes, luego, en su nombre, comenzaron a predicar por los pueblos del mundo de entonces conocido, causaban la salud a su paso a los enfermos y el arrepentimiento de su vida pasada a los pecadores, ese segmento especialmente buscado por el Señor.

De manera similar ocurría en las apariciones en publico del papa Juan Pablo II. Era atractivo, jovial, de buen humor, y enérgico y compasivo cuando lo requería el caso.

La siguiente anécdota trata de ilustrar un rasgo de su polifacética figura. Un sacerdote en Roma subía la escalinata para entrar en una iglesia. Un pordiosero le pidió una limosna. No tenía ni un céntimo en ese momento. Entonces, el mendigo, sentado junto a la puerta del templo, le dijo: ---"Yo también soy un sacerdote como tú". 

En aquel momento, el sacerdote quedó confundido. No esperaba algo así. Y al día siguiente, tenía una cita con Juan Pablo II por razones de oficio y le contó al Papa la anécdota. Juan Pablo II le dijo: --"Busca a ese mendigo y lo traes conmigo". 

Así hizo el sacerdote, y, después de haber bañado al mendigo, lo llevó delante del Papa, quien al verlo, pidió que les dejarán solos. Entonces, el Papa le preguntó al mendigo si era cierta la historia que le habían contado. Asintió el pordiosero y, sin más preámbulos, el Papa se puso de rodillas y le pidió que le confesara.

El mendigo, turbado, le dijo que no tenía permiso para confesar debido a su cambio de vida. En ese momento, Juan Pablo II le contestó: ---"Yo soy el Papa y te restituyo los permisos necesarios". Entre sollozos, el mendigo escucho la confesión del Vicario de Cristo. 

La conmoción del mendigo fue inmensa. Se convirtió, cambió de vida, volvió al sacerdocio, y, ahora, regenta la parroquia en donde pedía limosna. 

El problema con la vida de Juan Pablo II radica en su innumerable lista de anécdotas sembradas durante toda su vida, su fe inconmovible y su doctrina clara sobre todos los asuntos que, en tiempo, querían dividir y confundir las enseñanzas de la Iglesia. 

Con razón la Iglesia celebró ayer con gozo la fiesta de su canonización, justo el día de su coronación como el 294 pontífice de la Iglesia Católica, y quien beatificó a 1340 y canonizó a 483 santos.








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