Las teorías no son la realidad



La realidad y el darwinismo son dos "cosas" distintas.





Las teorías vigentes sobre la economía y el orden social, no dan en el clavo. Es más ninguna teoría económica podrá garantizar, por ejemplo,  el "orden social" a partir de un postulado de "orden económico". Como diría el filósofo canadiense Charles Taylor (1931), recientemente galardonado con el primer Premio Berggruen, hay demasiada teoría que nos impide ver las cosas como realmente son. De ahí la miopía marxista: su teoría es falsa y en la práctica no funciona. 

No es infrecuente leer en el mismo periódico, con  una ideología concreta,  las posturas más controvertidas a favor y en contra de un mismo asunto. El "calentamiento global", la "igualdad de género",  las diversas causas de la "desigualdad social", el imparable aumento del "crimen organizado", la "corrupción rampante" en cada aspecto de la vida privada y pública, los "sistema de justicia" tuertos y  amañados para eternizarse en los procesos, los "sistemas educativos" llenos de tecnología y "eslóganes" en vez de ciencia sobre la vida del hombre en sociedad ajenos a la realidad de las cosas, la pretensión de "vivir sin trabajar" como respuesta por el lado de algunos ciudadanos debido al estado del empleo, y, por otro lado,  la no "creación de empleo" porque rinde más el capital invertido en tramas especulativas, y un largo etcétera, etcétera, etcétera.

Estamos viviendo fuera de la realidad, aunque formen parte de la realidad las adherencias descritas en el párrafo anterior. Sabemos lo qué es bueno, pero no lo queremos hacer. El hombre no nace bueno o malo, aunque el ambiente influye para "justificar" (dando razones) el mal o el bien debido que se omite.

De hecho, ninguna de esas plagas mencionadas subsisten solas o se dan en el vacío. Hay un ente, concreto, que va corrompiendo todo,  el aire y la sociedad, haciendo la vida más difícil, insoportable en muchos casos. Y se percibe la falta de unidad en las familias, en la sociedad y entre los pueblos.

No se  puede tildar  de pesimistas  a quienes  dan cuenta de estas cosas. Y se puede vivir lleno de alegría en medio de tan gran pocilga. Lo malo de este ambiente corrompido consiste en respirar lo inmediato sin querer ver el fin del hombre y  vivir entonces según la exigencia de contribuir al bien debido a su dignidad. 

El bien es conocido. Tenemos suficiente historia y experiencia personal  que lo atestigua, además de una ley natural por la que el hombre está obligado a cumplir la ley aunque la ignore. Pero apetece más dejarse guiar por los cantos de sirena, rodar por  la pendiente del capricho irracional (perdón por la redundancia, pero generalmente un capricho suele ser la antesala de la irracionalidad, pues no conviene al bien del hombre).

El bien es atractivo. Lo bueno también. Entonces, su opuesto, el mal, lo malo, debería ser repulsivo. ¿Cómo, entonces, se toma éste en vez de aquél? 

La estrategia seguida desde el principio ha sido distraer la atención, en primer lugar, de lo bueno hacia lo malo. Después se justifica esa visión "negativa" de lo malo con alguien perverso que no quiere "compartir" todo esa fuente de bienes que el mal esconde. La última fase de este proceso consiste en "dar a probar" eso que se dice "malo" para que se descubra personalmente todo el bien que encierra.

El paso siguiente es una caída, la ruina personal de quien después de prestar oídos a la mentira se somete a la prueba. Pero ya es tarde. El veneno de la cobra siempre tiene su efecto.

Para los intelectuales, es fácil caer en la trampa si se dedican a "escuchar" todo tipo de propuestas y,  la "curiosidad", al principio sólo intelectual, se abre camino para después involucrar al sujeto en una  conducta torpe. La "soberbia" del pensar "a mí no me va a pasar nada" con esta "probadita", es la puerta de entrada de los grandes errores de la humanidad y actúa como un nebulizador de gotas finísimas de endiosamiento personal.

A quien no es tan intelectual,  le resulta más "placentera" la trayectoria,  generalmente corta, por medio de la  estimulación de  los gustos y apetitos para atraer hacia un consumo determinado. Sin más razones que el "porque me gusta". Pero entre la postura intelectual y la del placer se da toda una gama de mezclas y sabores cocinados  "al gusto" de cada quien.

En todo caso, se trata de soterrar la ley moral natural, de modo que no respire, que no diga nada, aclimatando así  el orden racional por el que la persona rige su vida y sus actos, y el uso y disposición del propio cuerpo,  alejados del amor verdadero, por  encima de la naturaleza, más allá de la biología, tendente a sofocar  también la  parte espiritual de hombre con la que el cuerpo forma una unidad.

La labor corrosiva en la unidad del hombre se realizó desde el principio. Y en cada lugar hay quienes, con nombre y apellido, con recursos suficientes, pervertidos en medio de su desorden,  encargados de propalar mil argucias perversas para descaminar al hombre de su fin,  de la fe, de lo justo y de lo honesto.

La psiquiatra Lola Morón afirma que "la silenciosa mayoría de las personas se mueven influenciadas por el comportamiento de los demás". El refranero castellano lo dice más escuetamente: Mal de muchos, consuelo de tontos

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