Fidelidad: La bondad del mes de octubre

"Al atardecer de la vida nos examinarán del amor", nos recuerda poéticamente san Juan de la Cruz.

En la naturaleza, el otoño representa de alguna manera el atardecer.  También en los matrimonios: el friso de los 60 recuerda el ímpetu de la juventud que se asienta antes de nacer los fríos. Pero, los tiempos, también los de la vida, van cambiando.

Por ejemplo, el invierno se torna más crudo en el matrimonio cuando se rompe esa unidad para siempre. La pobreza entre quienes nunca se han divorciado y cuentan más de 62 años,  representa una tasa muy baja, alrededor del 3%.

Sin embargo, quienes se divorcian antes y después de los 50 años, el índice de pobreza oscila entre el 19% y el 16%, respectivamente. Diríamos que el frío se siente más cuando se interrumpe el curso de una alianza natural.

Estos ejemplos sacados de estadísticas estadounidenses, deben animar a los jóvenes a casarse y ser fieles, en una país donde el 50% de los matrimonios suele fracasar. Lejos de no casarse, el empeño debe ser el de revertir la tendencia.

El secreto de la perseverancia matrimonial (también el de las vocaciones de sacerdotes) consiste en no sacar a Dios de la vida de unión.

Y como nos enseña el refrán castellano: Quien mal empieza, mal acaba. Si el comienzo de estas uniones conyugales se convierten en rutina por falta de preparación para recibir el sacramento, aumentan las probabilidades de ruptura. Asimismo, si no se respeta a la novia antes del matrimonio, la tasa de divorcios se va al 50%. Quizá esto es lo que ocurre en Estados Unidos y en otras latitudes.

Al llegar el otoño de la vida, nos preguntarán sobre el amor. Esa es la lección. Y la perseverancia en el camino comenzado, facilita la tranquilidad de la senectud en el amor.  Pero este camino no se puede recorrer en solitario.

Ser fiel en lo poco, cada día.








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