Tomás Moro: mártir del matrimonio (hoy los políticos volverían a condenarle)








         



Familia de Tomás Moro, pintada por Holvein.






1535. Enrique VIII, amigo íntimo de Tomás Moro, mandó  ejecutarlo por su negativa a jurar en conciencia el Acta de Supremacía, por la que el rey, erigido por encima de cualquier poder terreno o espiritual, quedaba libre de anular su matrimonio con Catalina de Aragón, legítima esposa. 

El capricho del rey por la cortesana Ana Bolena, puso a prueba su fidelidad a Roma, obligando a todos sus súbditos a aceptar el Acta o ser acusado de traición. 

Este es el antecedente próximo de la separación de la Iglesia Anglicana de la del papa de Roma. Su vocación al aislamiento (llamado "espléndido" por algunos) ha ido creciendo durante los siglos, y la preocupación por la votación de mañana (23 de junio, 2016) no sería  sino una variante política más de ese aislamiento clásico. "Nunca seremos esclavos" gritan los ingleses en su himno God save the Queen.

Los políticos de ayer y de hoy han querido disponer siempre a su capricho lo concerniente a una institución que no les pertenece: el matrimonio. La primera víctima de este usar el matrimonio a su antojo, fue la del Gran Canciller del Reino, Thomas Moore, mártir y santo de la Iglesia Católica, cuya fiesta se celebra hoy, 22 de junio, junto a la del obispo John Fisher.

Este mártir del matrimonio se opuso a los caprichos del monarca, empeñado en pastar a su antojo, una y otra vez (hasta cuatro casamientos) en las praderas matrimoniales aptas para diluir lo indisoluble de  esta institución en el vaivén de sus querencias cortesanas.

Diálogo en tiempo de tribulación, obra escrita por Moore durante los 15 meses de estancia como prisionero en la Torre de Londres,  denota bien el temple de quien fue el Canciller del Reino, la figura más relevante después de la del monarca Enrique VIII. Moore sabía en conciencia que no podía seguir la propuesta del rey, y así se lo hacía saber a su esposa, cuando en sus visitas a la prisión le apremiaba para disuadirle de su decisión. Moore le contestaba: "Tal vez me queden veinte años de vida; pero yo en este asunto me juego la eternidad".

El juramento de Supremacía parece haber calado hondo en la mente inglesa y, más tarde, británica. La postura del Brexit (salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea) frente al Bremain (quedarse) niega los valores implicados en el principio de unidad. Así pueden, piensa el sector más conservador, "salirse con la suya" y evitar imposiciones extrañas. Como afirma el refranero, "Buey suelto, bien se lame".

Se han fijado la idea algunos de que el dicho clásico In conjunctione vis ("la unión hace la fuerza") pertenece al pasado y ha perdido su sentido. Por el contrario, la división (la marca del diablo), seduce. Inclina a pensar en términos de libertad total y despegarnos así de las fuerzas que unen, pues constriñen, impidiéndonos  ser felices (como dioses).

La historia se repite en este punto una y otra vez. Como en el matrimonio, lo fácil es separar, dividir por medio de leyes humanas aun lo perteneciente al ámbito de lo divino. Sin embargo, perseverar en la unidad es el único abrigo seguro del amor.

Tomás Moro (Thomas Moore) perdió la vida por defender este principio. Era un hombre "abierto" (Moro visitaba en los Países Bajos y Erasmo  visitaba a Moro y se hospedaba en su casa), de excelente buen humor, y un grande humanista cristiano, amigo también de Luis Vives. 

Muchos de los políticos de hoy, volverían a sacrificar a Tomás Moro a causa del matrimonio










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