Cuando una periodista carece de fe, invoca a la muerte

El peso de la realidad no se sostiene con argumentos cuando se funden con la temperatura del ambiente.
Hay por lo menos una periodista española, Rosa Montero, que no tiene miedo a escribir lo que piensa. Lo sabe, el papel aguanta con firmeza tanto pensamientos de palabras excelsas como  bajezas sin cuento. Y los lectores, también.

Pues bien, esta señora, al referirse a España, vierte sus opiniones con firmeza, como si el país y sus habitantes fueran suyos, sin medias tintas: este país "precisa urgentemente un pacto social sobre la eutanasia, la ayuda al suicidio y la sedación paliativa". Ni más ni menos.

¿Por qué? Porque lo dice así esta señora conocedora de lo necesario para España. Después de contar una enternecedora historia personal, muestra la crueldad de quienes impiden que se dé este servicio de muerte a los agonizantes y lo contrasta  con su sensibilidad femenina, y la de quienes, escalando las cumbres del humanitarismo facilitaron la muerte a quien tenía el derecho a dejar la vida para evitar el sufrimiento.

Endilgar de esta manera la muerte como un derecho, parece de lo más natural. Ante el dolor de una vida que se extingue, el llamado derecho a decidir se alza sobre los "fanáticos dogmas religiosos" que avalan este "tormento", nos cuenta. Luego cita, por un lapsus calami a un santo por otro, a san Agustín por san Juan de la Cruz. No importa. Y continúa errando (sin hache) al definir al Dios como "amor" de san Juan atribuyéndolo a san Agustín. Tampoco importa. Todo en aras de contar la experiencia de vida suya cuando ella le tocó llamar a los que matan "dignamente", y se presentó un médico como un "ángel de luz" para ayudar  a descansar al paciente con la muerte. El cielo y la tierra se funden en su relato.

La verdad, no me gusta meter las cosas de Dios con calzador en cualquier asunto, pero esta periodista lo hace, y no le falta motivo cuando ocurren estos casos como el que narra y la tragedia se instala en lo más íntimo de la persona. Con estos puntos de vista, la periodista iría a ese Dios, que es amor, citado por ella, y le diría de nuevo: "Bájate de la cruz", de ese tormento inútil, frente a quienes te escarnecen con sus burlas. Sin embargo, es sólo a partir de ese Dios, que es amor, como se explica el sufrimiento. Es la gran lección para el hombre: dar la vida por amor.

Y, según nos parece, la periodista de marras, aunque con buena pluma,  no sabe de  amor (y, por lo tanto, de Dios, ya que en su cita los equipara). El amor no  pone límites a la entrega, pues en eso consiste. Claro, pero es que el amor nace de esperar lo que se cree por fe. Y la señal del cristiano sigue siendo la cruz

Por tanto, señora periodista, antes que pedir a toda España un "pacto social" para lograr la muerte como un servicio más del Estado, debería usted, quizá,  en lo personal, comenzar el cultivo de la fe y de la esperanza, para poder llegar a la caridad

Cuando no se tiene o escasea la fe, se invoca a la muerte, en cualquiera de sus formas, cuando los sucesos de la vida no cuadran con nuestras expectativas.

Pero el hombre no es dueño de su vida.









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