¿Vale la pena la educación?


SANTA HILDEGARD BINGEN

Debo confesar que estoy un tanto confundido. Los sabios del mundo no dan pie con bola. No saben qué hacer con una Europa enferma, con unos Estados Unidos sin rumbo en los programas electorales, con una China que si estornuda medio mundo coge una pulmonía, y una Rusia que no ha aprendido a convivir con Europa desde  la Revolución bolchevique de 1917. 

Al frente los grandes organismos mundiales de la política, de las finanzas, de la salud, de la preocupación social, emergen hombres y también mujeres (para que las feministas tomen nota) con unos currículos impresionantes. Han estudiado todo, en los mejores lugares. Pero, la vaca no da leche. 

La confusión viene de comprobar, según sus mismas palabras, las de los expertos, que París, gobernado por una mujer, no sale de bloqueos, manifestaciones y huelgas. Los turistas, que aportan un 7% del PIB, temen acercarse a a Francia. 

                                                         SANTA CATALINA DE SIENA
SANTA TERESA DE JESÚS         
Las feministas deberían estar contentas. Por lo menos, cuatro insignes doctoras de la Iglesia (apenas llegan a 34 el total de hombres y mujeres con tal galardón en toda la historia), sin haber pasado por la escuela, han asombrado al mundo con sus conocimientos y su santidad de vida: Catalina de Siena (Italia, 1347-1380), Teresa de Jesús (España, 1515-1582), Teresita de Lisieux (Francia, 1873-1897 y Hildegard Bingen (1098-1179).

No se explica cómo sin escuela, estas mujeres llegaron "tal alto, tan alto, que dieron a la caza alcance", que es de lo que se trata. No queremos insinuar que el ir a la escuela atonta, pero debemos reconocer la presencia de dos sabidurías distintas. Una conduce al fin del hombre; la otra, quién sabe.

Una sabiduría, la humana, asciende de las cosas hacia sus causas. Ahí podríamos situar
todas las ciencias, la teología incluida, si bien ésta trabaja con la razón en un "material" revelado. La otra sabiduría es dada, y se teje de arriba hacia abajo. Se trata de ver todas las cosas con la perspectiva divina. Esta segunda sabiduría es siempre un don, inasequible a las fuerzas humanas, si bien la apertura, la disposición personal es necesaria.

                                       SANTA TERESITA DE LISIEUX

La vida del hombre es ver a Dios, principio de la Sabiduría, y se procura al mantener abiertos los oídos del corazón a la voz de las personas divinas, que soplan donde quieren, cuando quieren. Sin duda alguna, estas mujeres, doctoras de la Iglesia, tenían los oídos del corazón abiertos.

El cardenal Ratzinger decía que los mejores teólogos son los santos. Por tanto, estas cuatro grandes mujeres, admirables por su santidad fueron grandes teólogas. Al alcanzar su fin, iluminaron su vida y la de los demás para encontrar el camino hacia la santidad, viviendo todos los días de la vida en la presencia de Dios.

Claro, para lograr todo esto, se requiere escuchar, guardar un poco de silencio.

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