Somos buenos para criticar lo que no funciona. ¿Y las soluciones?

No hay manera de acallar las voces aciagas, ventilando por todos los medios disponibles aquello que no funciona. 

Unos se basan en los astros; otros en los nuevos desarrollos científicos; quienes en la experiencia; y no faltan los que al amparo de alguna aparición milagrosa o la reinterpretación de textos sagrados pronostican los desastres próximos a ocurrir en el mundo, aventurándose en el calendario y dando fechas exactas del momento de la catástrofe. Cuando se comprueba lo erróneo de la predicción, las personas no cambian su creencia; por el contrario, afirman que fue gracias a sus creencias que el desastre no ocurrió. 

Ya está bien. Estos agoreros están explotando la curiosidad del hombre sobre los tiempos por venir, y sin importarles el fracaso de sus proyecciones, vuelven a dar una nueva fecha sin mover un músculo de la cara, de lo dura que la tienen.

Leon Festinger, psicólogo, alrededor del año 1957, investigador  entonces en la Universidad de Stanford, vino a dar con la llamada hipótesis de la "disonancia cognoscitiva". Causó gran revuelo. Venía a decir que el hombre tiene una fuerte tendencia a vivir en armonía, pero le cuesta  tolerar en su interior la  inconsistencia entre actitudes y conducta. Una de sus pruebas consistió en inmiscuirse con un grupo de indios que creían en la inminencia de un gran cataclismo y se retiraron a un lugar solitario en espera. Al llegar la fecha, sin que ocurriera nada de lo esperado, regresaron a sus hogares con la convicción de que gracias a sus creencias habían desmantelado el desastre mundial natural.

Hoy muchos caminan de esta manera. Las "redes sociales" facilitan el intercambio de toda suerte de sentimientos y creencias, muchas de ellas cargadas de inseguridades y trastornos, otras, superficiales, sin entrar en el fondo de los asuntos. La cosa no es para menos, porque este "medio" se ha convertido en el ideal para el chismorreo a escala global.

Tan acostumbramos estamos a escuchar este tipo de comentarios, versados en criticar lo que no funciona, que los gobiernos en sus parlamentos no hallen la manera de ponerse de acuerdo en casi nada, pues equivaldría a demostrar en frente de todos, su debilidad. Llevarse la contraria, sacar los trapos sucios de los demás (de asuntos pasados ajenos a la política), se ha convertido en el juego político de las democracias, no importa que se mire en Estados Unidos o en España.

Parece que he caído con esta nota, en lo mismo que trato de resaltar: criticar lo que no funciona, debido al contagio a través de las redes sociales, con ecos en los políticos de turno.

Las soluciones, aunque parezca mentira, se hallan a nivel  personal, en ese ir practicando las virtudes de esos mismos defectos encontrados en cada rincón de las vidas de los otros.





 

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