El abuso de los extremos

En las ideologías y en la vida, en el pensamiento y en la acción, las cosas se pueden salir de cauce. Incluso quienes viven alejados del mundo, recluidos en un monasterio, pasan por pruebas difíciles en su carrera religiosa. Por ejemplo, al leer las vidas de los santos nos encontramos representaciones claras de estos extremos. Algunos, llevados de su celo, castigaban su cuerpo con rigurosas penitencias, al punto de poner en riesgo su salud. Otros, sin embargo, como nos cuenta la Teresita de Lisieux, hacían raspando lo debido, sin amor, convirtiendo en áspera su elección de vida y la obediencia a su estado.

Unos y otros, se iban a los extremos, sin darse cuenta del peligro encerrado en esas maneras de conducirse, no exentas de amor propio y carentes de amor a Dios. También en el matrimonio se pueden ver ejemplos similares en aquellos padres cuyo rigor apenas deja lugar a la libertad de los hijos para hacer suyo el camino debido; y la dejadez de otros, sin pautas de vida claras en su conducta, donde todo da lo mismo, sin mostrar con el ejemplo la valía de una dedicación serena a sus deberes domésticos. O, quienes dejan de lado la atención debida al cónyuge  porque siempre hay algo más importante a realizar. A veces, los esposos, para escapar de la exigencia debida al "otro", se hacen cómplices y se desfogan en la organización de encuentros sociales donde la bebida y los requiebros se suceden con ocasión de la fiesta, pero la "soledad" más absoluta reina en la relación del matrimonio. 

Por no entrar en las arenas movedizas de la política, donde la ideología de las conveniencias de conservar y crecer en el poder se acentúa para los logros propios y para el desmerecimiento de lo ajeno, y se deja en conjeturas o en discusiones bizantinas sobre todo menos  en lo referente al bien común, objetivo primordial de cualquier agenda política.

No sé, desde hace tiempo me duele el bien común, y la mejor manera de irme curando consiste en atajar los fuegos desde donde esté, reverberando alrededor los deseos de bonanza familiar y social aunque suene a retruécano retórico.

¡Eh!, dan ganas de  gritar: ¡Que después de esta vida hay otra, y que en las "obras" de ésta se asienta la eternidad! Pero, hay mucho ruido, quizá, pandemia, mucho confinamiento encerramiento en sí mismo.


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