La Virgen María no nos visita porque sí: dice y se cumple lo dicho






Hay una serie de autores que, atraídos por las apariciones de la Virgen María, buscan en cada minucia de las narraciones, algo sensacional. Cuando no lo hallan, bien buscan en los la trastienda  de los  sucesos y se entretienen en asuntos desleídos en dimes y diretes, o se empecinan en hacer hablar a los tiempos como si de profecías puntuales se tratara.

Vayamos por partes. Primero, la visitas de la Virgen a la humanidad no son producto de una fantasía. Todas sus visitas son reales, pero nadie está obligado a creerlas. Entonces partimos del hecho de su verdad a la que, libremente, cada quien se adhiere si quiere.  Sin duda, cada visita suya trae una indicación concreta para facilitar la salvación de los hombres. 

La primera visita de María de la historia ocurre justo después de la Anunciación del Ángel Gabriel. Partió, "apresuradamente", nos cuenta su biógrafo Lucas, hacia las montañas de Judea para visitar a su pariente santa Isabel, ya mayor, en su sexto mes de embarazo. El  motivo de esa visita era "ayudar" a Isabel en los momentos más difíciles de su gestión, y comunicarle el anuncio de la venida del "Salvador" por medio de su "vocación" a concebir virginalmente al Redentor,  esperado por miles de años.

Entonces, la "ayuda" y la "salvación" de los hombres, serían los motivos principales de su viaje a Ain-Karim, aldea próxima a Jerusalén. Podríamos decir, que desde entonces, todas las visitas de María a los hombres, encierran el mismo propósito: ofrecerles una "ayuda" concreta de cara a su "salvación". Por ejemplo: cuando la vemos, por primera vez, reunida con los apóstoles, aún no muy convencidos de su misión de anunciar "a todas las gentes" la noticia de su "salvación", les ofrece la ayuda de su presencia para mantener la "unidad" ante la llegada del Espíritu Santo, la persona divina encargada de la "salvación" del mundo.

Luego, va a ocurrir lo mismo en su aparición en vida al apóstol Santiago a las orillas del Ebro, en Zaragoza. Lo ayuda a fortalecer su ánimo y no cejar en su anuncio salvador. Así podríamos discurrir en cada una de las apariciones de María en la historia. En México, ocurre algo similar. Hay mucho a quienes se podía haber dado el encargo de ir con el Obispo Zumárraga para construirle un templo, pero elige a una persona sencilla, Juan Diego, para decirle que en ese lugar, será la ayuda en "remediar su tristeza,  penas, miserias y dolores"  y será el "auxilio en la salvación". Es decir: ayuda y salvación. Luego vendrán muchas otras visitas, con mensajes maternos en Lourdes y Fátima,  pero con una diferencia: les pide "rezar el rosario" para conseguir la "ayuda necesaria" ante las dificultades presentes y la "salvación" propia y de los demás. 

Quienes, se han entretenido en buscar, en fechas concretas, las promesas de la Virgen en sus apariciones en Garabandal, por ejemplo, y en otros lugares más recientes. Pero las profecías sobre los hechos a ocurrir en el final de los tiempos, se escaparán siempre a la competencia del hombre: "No sabéis ni el día ni la hora".

Por tanto, tanto la madre de Jesús, Dios, como Jesús mismo, tienen la única preocupación de "ayudar" a los hombres a encontrar su camino de "salvación". Lo demás, es lo de menos. Además, ahora María nos ha dejado como prenda el rosario para lograr lo que solos no podemos y que una madre verdadera puede alcanzar. Así pues, junto a los sacramentos instaurados por Jesucristo, tenemos siempre a nuestro alcance el "rosario" y su rezo, como prenda de "salvación". Sólo quieren nuestro bien, tan diluido hoy  entre los atractivos errores del tiempo actual.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra