En tiempos de incertidumbre, "sólo Dios basta"


En tiempos de incertidumbre, "sólo Dios basta".


Cuando un lector se adentra en las lecturas de revistas y documentos con la efigie vaticana incluso, se puede quedar asombrado de las fruslerías vertidas en sus páginas con aire pontifical, como si de la voz del "altísimo" se tratara. Se trata más bien de chismes siempre al borde del sensacionalismo con el fin de atraer lectores a sus presentaciones, y mejor si crean controversia sobre temas candentes.

La pena es que la gente está confundida. Los "silencios" de quienes deberían hablar claro de acuerdo con la doctrina de la Iglesia, contribuyen sin pretenderlo a ese protagonismo de la "opinión pública", alejada de las verdades publicadas, por ejemplo, en el Catecismo de la Iglesia Católica. Aunque este documento tardó un poco en publicarse, años  después del Concilio Vaticano II, han quedado muy claramente delineadas las líneas de "continuidad" de la Iglesia desde siempre.


El silencio de los hombres, no equivale a un silencio de Dios. Él sigue hablando a la conciencia de cada persona, creyente o no, y el "mal" sigue siéndolo lo diga Agamenón o su porquero. La verdad no se puede cambiar. El silencio no significa su muerte aunque campe la "opinión". La mezcla de la "opinión" en las cuestiones fundamentales sobre el origen y el fin del hombre, promueve la "anarquía" donde todo es compatible con todo: el error y la desinformación vienen a ocupar muchas veces la cátedra de Moisés. El hombre debe "decidir", sin dejarse llevar por la corriente de los tiempos." Al hacer suyo aquello real una vez conocido y actuar en consecuencia, en eso consiste la "decisión". 

Pero sabemos que Dios no pierde batallas. Ser feliz no consiste en tener cosas, sino en poseer lo que se ama. Y hoy se ha desvirtuado esta versión de la felicidad. El conocimiento se ha desvirtuado con la técnica. Se debería aprovechar la omnipresencia de la tecnología para irse adentrando (y desprendiendo) de la materialidad del bien. No se puede considerar la "vida eterna", a la que todos estamos llamados, como un eterno consumir. Mas bien, debe consistir en un eterno contemplar. 

Pero, contemplar ¿qué? Contemplar lo que sin tener principio, no tiene fin. Por ahí el discípulo amado, el joven Juan, nos lo cuenta: "Esta es la vida eterna, que ellos te conozcan a Ti".Quizá,  por estos caminos debemos adentrarnos para que la juventud empiece a seguirnos y los mayores no se cansen.

Santa Teresa diría: "Sólo Dios basta".




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