Recuerdos de Éfeso y María asunta





La Asunción de Maria a los cielos.
Bartolomé Esteban Murillo, 1670.





Éfeso es un lugar privilegiado. Allí vivió los últimos años de su vida, María, la madre de Jesús, acompañada del apóstol Juan, a quien él mismo le encomendó su custodia , al decirle desde la cruz, "ahí tienes a tu Madre". Y viceversa: a María le da al joven apóstol, el pescador de la región de Betsaida, como hijo.

En ese lugar nacen algunas de las primeras comunidades cristianas. Y san Pablo tuvo relación con ellas, todas en el área de Frigia. Se conserva la Carta de Pablo a los cristianos de Éfeso, llevada por Tíquico, compañero de Pablo.

Ahora se conoce el lugar donde vivía la Virgen María, según las revelaciones hechas a la beata Anna Cathalina Emmerick en la primeras dos décadas del siglo XIX. Sabemos que el apóstol Juan anduvo por aquellos lares. Pablo nunca lo menciona en sus cartas. Quizá se arrimó por estas tierras después de la Asunción de María. Algunos calculan que la partida al cielo de la madre del Señor se dio alrededor del año 57 de nuestra era,  cuando ya tenía más de 70 años cumplidos.

Entonces, no sabemos a ciencia cierta si María se quedó en Israel con Juan, o se fue con él hacia las tierra frigias cuando arreciaron las persecuciones contra los primeros cristianos. San Pablo sabía mucho sobre ella porque convivió muchos años con el evangelista Lucas, y éste es el que más nos cuenta acerca de ella, según se cree, con información proveniente de primera mano, pero Pablo sólo la cita una vez en sus escritos, al referirse que Jesús, Dios, nació de "mujer". 

Los testimonios de la beata Anna Catharina hablan de la estancia de María en Éfeso, y allí se encontró la casita donde la tradición habla de ella, cada vez visitada por más peregrinos de todo e mundo. Pero también se venera en Jerusalén el sepulcro desde donde fue asunta  para el encuentro con la Trinidad Beatísima.

El silencio sobre María es luminoso, pero sabemos que se encuentra con su Hijo, junto al Padre y el Espíritu Santo, "en cuerpo y alma", rogando por nosotros, sus hijos, sin cesar, repitiéndole a Jesús su petición de Caná de Galilea en medio de la boda: "No tienen vino".
Al menos, eso nos recuerda el último dogma de la Iglesia Católica, dado por Pío XII en 1950, cuya fiesta se celebra el 15 de agosto.

Nos recuerda del destino glorioso de nuestro cuerpo al final, quien ha sido la primera y más excelsa de todas las criaturas humanas. El pintor de este cuadro, Murillo, se adelantó 280 años a la declaración oficial de la Iglesia.


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