El crepúsculo de las ideologías: Dios existe

Gonzalo Fernández de la Mora (Barcelona, 1924-2002), político y diplomático,   publicó en 1965 el libro cuyo título abre este post. (El añadido "Dios existe" del encabezado se debe al autor de este post). De alguna manera, le pareció percibir a este ensayista una cierta bonanza, un  declive de las ideologías, tan pujantes durante la primera mitad el siglo XX. Pero su auge hoy en día, parecería  desmentir la tesis de Fernández de la Mora, si nos apoyamos en el punto de vista de Joseph Ratzinger, unos años más tarde.

Según el papa Benedicto XVI (Carta del 10. III. 2009), este es el principal problema sobre la vida contemporánea:

El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto.

Se ha demostrado científicamente: Dios existe. Este es el gran problema para quienes les gustaría seguir viviendo como si Dios no existiera. La ciencia, queda claro, no se puede reducir a las pruebas de verificación implantadas a finales del siglo XIX bajo el principio: sólo lo material es real.

En enfoque de lo "científico" se ha reducido por algunos científicos a lo simplemente "material", se ha engullido al amor, desechando de la "ciencia" todo sustrato espiritual. Con ello, al empequeñecer el campo de la realidad, se menoscaba como consecuencia la verdad, verdadera luz  en el camino del hombre.

Con otra visión, más amplia, en nuestro parecer más verdadera, se podría vislumbrar cómo la "ciencia", puede dar cuenta de la existencia de Dios, dotando así de sentido y fin a la vida del hombre.

La demostración de la existencia de Dios no se debe a una pirueta del pensamiento, privilegio de algunos afortunados capaces de tal acrobacia. Se cala su presencia en el corazón, nido del amor, apto para ser captada también por la "gente sencilla".

En vez de dedicarse, como el zapatero, a sus zapatos, se limita el campo de la ciencia a lo medible, a lo cuantificable, pregonando en todo el mundo: Fíjense cómo podemos repetir una y otra vez este experimento, prueba del alcance de nuestro método científico. Refutar es la piedra de toque para el sostemnimietno del armatoste científico.

Es decir, la realidad se va descubriendo, configurando, mediante la repetición. El único problema de este enfoque consiste en dejar fuera toda esa realidad imposible de medir o tocar pues se resiste en ser lo que es, espíritu. Así, por definición, el espíritu no cambia en sí mismo, si bien se manifiesta en la materia de manera cambiante. Este es el caso de las creaciones del amor.

Un buen cientíico debería admitir esa realidad fuera de los límites de lo abarcable por su método. Lo comprueba a diario: el amor, el deseo, el pensamiento, el razonar, y una larga lista de inmateriales, se escapan a la medida aplicada a lo material. En vez de decir, aquí hay algo más allá de lo posible para mi forma de ver laa "cosas", reduzco el todo de la realidad a lo verificable con mis anteojos. A esto se le llama la impostura de la ideología:  imponer lo propio cuando no se alcanza lo ajeno.

Un físico dedicado a la astronomía durante el siglo I o en el curso del siglo XX jamás hubiera afirmado la existencia de un fenómeno como el cuásar, esos objetos superbrillantes, agujeros negros situados en el interior de las grandes galaxias, con una masa cientos de veces la del Sol. Pero su existencia no depende de la capacidad de percibir por medio de sofisticadas tecnologías. El ser se manifiesta siendo, no siendo "percibido".

El método de la repetición se aplica también en la propaganda. Por ejemplo, tratan de cubrir la tierra de eslóganes, de "ideologías de género", de estilos de vida fuera de la realidad, como si se hicieran verdad  a base de repetir las mismas ideas. Las ideologías lo son (usando el mismo lenguaje de la física) cuando se reduce a "energía oscura" lo que en sí es luz.

Así ocurre cuando  el hombre se desentiende de la verdad. Se trastoca la simpatía, la posibilidad de coincidir con los seres por medio de la "inteligencia", pues esta facultad del hombre,  intus legere, se manifiesta leyendo en el interior y exterior de las cosas, sin necesidad de esperar a esa tecnología "por-venir", al encontrarse  con esa  luz emitida por cada cosa creada.

Y el hombre incrédulo se somete a mil torturas intelectuales, es decir, andando a ciegas, para evitar la luz emitida por las cosas. El haya luz es la primera palabra de origen divino registrada en la historia, sinónimo de vida para el hombre (Jn 1, 4), y principio de todas las cosas;

Esta es la prueba científica, más amplia, pues admite la realidad de lo espiritual, prometida al principio de este post. Y con ella aparece el sentido porque es el amor (no la conjetura ni el pensamiento), la fragua divina original donde se forja la realidad entera: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra". (Gen 1, 1)

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